Según el informe de la ONU sobre el estado de la población mundial en 2014, España está entre los países con la población más vieja en todo el mundo, junto a Japón y a Eslovenia. Se considera población joven a los habitantes con edades comprendidas entre los 10 y los 24 años, y en nuestro país esta tasa sólo llega al 14%. Le siguen otros países, como Alemania y Bulgaria.
Europa es el continente más envejecido, con tasas que no superan el 19 %.
Por el contrario, África se coloca en cabeza con la población más joven del planeta, con porcentajes más altos del 32% en casi todos sus países. Los países más jóvenes son Timor Oriental, Afganistán,Yemen, Suazilandia y Líbano. Según los cálculos de la ONU en el año 2050 los datos serán aún peores para España, ya que un 34,5% de los habitantes sobrepasará los 65 años, habiendo más ancianos que niños.
La tasa de fertilidad de las poblaciones europeas hace años que está muy estancada. Este envejecimiento se había mejorado ligeramente con la llegada de Inmigración al país, aunque en los últimos años ha vuelto a decaer, debido a la salida de cada vez más inmigrantes y de jóvenes españoles en busca de empleo, que ha provocado la crisis económica en la que se encuentra el país.
Esto, unido a la mayor esperanza de vida actual, ha provocado esta situación. También han contribuido otras tendencias actuales, como la tendencia a retrasar la edad de ser madre cada vez más.
Este crecimiento del envejecimiento tiene diversas consecuencias negativas, tanto sociales, como económicas. El futuro de las pensiones, por ejemplo, está en grave peligro por razones evidentes: si cada vez hay menos población activa que trabaje, habrá cada vez menos recursos económicos para sostener el sistema de pensiones. Además, también serán menos los recursos disponibles para la sanidad y la educación pública, entre otros beneficios sociales. Por otra parte, el gasto social será más elevado, al ser las personas ancianas las que más uso hacen de la sanidad pública.