El 14 y 15 de marzo, con 53 casos positivos de COVID-19 en el país, 115 mil 331 personas asistieron al Foro Sol para disfrutar del Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino en la Ciudad de México. Para entonces, ya habían más de 151 mil 363 enfermos y 5 mil 758 muertos en el mundo.
Más allá de quienes están obligados a salir de casa por motivos de fuerza mayor, como el trabajo, mucha gente seguía en las calles. Bares, centros comerciales, restaurantes, salones de belleza, cines repletos de quienes parecían tener la impresión de que no pasaba nada.
El propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, encabezó en esos días mitines, donde se le vio abrazando y besando personas entre la multitud, como acostumbra hacer con sus seguidores.
Para el 18 de marzo, la cifra ascendió a 118 casos confirmados de COVID-19 y se registró la primera víctima mortal en el Instituto de Enfermedades Respiratorias. Se reportaron un total de 7 mil 876 muertos en todo el mundo. Ese día, 5 mil personas se reunieron para cantar las mañanitas a un santo en el municipio de Contla, Tlaxcala, pese a la recomendación del Gobierno del estado de posponer eventos públicos por la emergencia. El viernes 20 ya sumaban 164 contagios oficiales en México y 10 mil 120 muertos a nivel mundial.
Hasta el 22 de marzo, con 316 casos confirmados, 793 sospechosos y 2 personas fallecidas, hubo quienes continuaron haciendo vida social fuera de sus casas; ignorando las recomendaciones de contención y previsión de la Organización Mundial de la Salud, OMS, ante la pandemia. Para ellos, el distanciamiento social parece inaceptable.
La diversión continúa, pese a la pademia por COVID-19
Usuarios de redes sociales reportaron a varias decenas de personas reunidas el domingo, en torno al Kiosko Morisco de Santa María la Ribera en la alcaldía Cuauhtémoc, bailando danzón. Entre los asistentes, por supuesto, muchos adultos mayores. Y cómo no, si son los que mejor lo bailan.
El 23 de marzo inició la Jornada Nacional de Sana Distancia, que el Gobierno Federal implementa para erradicar la propagación del COVID-19 en el país. La estrategia incluye la suspensión de clases, actividades no esenciales, eventos de concentración masiva y el repliegue familiar en casa, hasta por cuatro semanas.
Sheinbaum solicitó suspensión de actividades en CDMX
La jefa de Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, anunció el domingo la suspensión de “museos, baños de vapor, gimnasios, reuniones en centros de culto, cines y teatros, bares, centros nocturnos, discotecas, salones de fiesta, deportivos, zoológicos y eventos públicos y pilares de más de 50 personas” así como centros educativos de todos los niveles en la capital y exhortó a las familias a quedarse en casa, por lo menos, hasta el 20 de abril.
Pese a las recomendaciones internacionales, de la jefatura de Gobierno de la Capital y la propia Secretaría de Salud mexicana, el presidente López Obrador incitó a la población ese día a continuar en las calles, de acuerdo con una teoría etnocéntrica planteada por él mismo: “no debemos de espantarnos. No adelanten vísperas, es lo que vengo diciendo. Los mexicanos por nuestras culturas somos muy resistentes a todas las calamidades”. Y continúa: “no dejen de salir, todavía estamos en la primera fase. Yo les voy a decir cuando no salgan, pero si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, pues sigan llevando a la familia a comer a restaurantes, a las fondas.”
Parte de la población parece obedecerle.
Y no los que salen a trabajar para ganarse la comida o quienes están obligados a utilizar el transporte público, sino aquellos que todavía organizan y asisten a reuniones innecesarias, como celebraciones de cumpleaños “con una carnita asada, algo relax”. De viva voz, he escuchado a varios admitir que salen y continuarán saliendo “porque se aburren” y “necesitan despejarse”. Muchos de ellos, con adultos mayores en casa.
Ese mismo día, 400 jóvenes celebraron una fiesta en el estado de Querétaro. Personal de Protección Civil arribó a la colonia Bosques del Cimaratio a desmantelar la reunión.