Tras la tregua pactada entre el gobierno sirio de Asad y los rebeldes donde acordaron el intercambio de evacuados, el convoy con milicias y familias sirias ‘progubernamentales’ llevaba horas bloqueados en Rashidin, cerca de la ciudad siria de Alepo. Fue entonces cuando una furgoneta próxima a los autobuses explotó.

El atentado se llevó acabo contra autobuses que portaban vecinos de las localidades de Fue y Kefraya, pueblos chiíes de la provincia noroeste de Idlib. El problema vino a raíz de un parón que sufrieron las negociaciones.

Víctimas, en su mayoría menores

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha situado el numero de víctimas mortales en 126, de las cuales 68 eran menores. Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, ha afirmado que el ataque es un “horror que debe romper el corazón de cualquiera que tenga”. Matizando que en el convoy viajaban familias que huían del conflicto, “que desde hace tiempo sabían lo que es sufrir”.

El resto de víctimas son 13 civiles adultos y soldados que resguardaban el convoy que se dirigía de zona insurgente a zona gubernamental. El paro se produjo por un estancamiento de varias horas en las negociaciones de los evacuados entre Gobierno y rebeldes, quienes buscaban una solución para los evacuados.

Autoría de la masacre

El gobierno de Bashar al Asad ha culpabilizado de los hechos a los rebeldes apoyados por Estados Unidos, mientras que estos acusan al gobierno de Asad del “cobarde atentado” amparándose también en el supuesto ataque químico de la semana pasada.

Lo que es seguro es que semejante acción armada contra población civil, la cual no tiene culpa alguna del conflicto llevado a cabo dentro de sus fronteras, es una acción cobarde y rastrera.

De manera oficial no se sabe aún quien es el culpable.

Impactantes imágenes

Los videos plagados de cadáveres han dado la vuelta a las redes (el morbo y su popularidad hoy en día). Además la imagen de Abd Alkader, fotógrafo sirio presente en la terrible escena que corrió a socorrer a una víctima y terminó arrodillándose y rompiendo a llorar al ser testigo de semejante infierno.

El fotógrafo muestra en su imagen los dolores y horrores de una Guerra donde las víctimas no tienen culpa alguna de los conflictos orquestados por hombres encorbatados que poco temen por su vida, mientras juegan a ser dioses con las vidas de los demás. Tratan de decidir quién y cómo vive, y quién y cómo muere; y no se dan cuenta de que no todo lo pueden controlar. Y llegará el día en el que logremos que la situación les supere.