El ataque con gas sarín perpetrado por los rebeldes sirios ha servido de excusa a Donald Trump para lanzar su primer ataque directo como presidente de los Estados Unidos.

Los misiles lanzados desde el mar, venían de dos buques norteamericanos que zarparon (por casualidad) antes de que el ataque químico se produjese, lo que ha contribuído a alimentar el ya extendido pensamiento de que el gobierno de los Estados Unidos y los grupos terroristas Al Qaeda, Al Nusra y Estado Islámico trabajan juntos.

Este episodio, que se une a la macabra lista de sucesos ocurridos en Siria desde que estalló el conflicto, ha dado al grupo terrorista Estado Islámico la oportunidad de reagrupar sus fuerzas y contraatacar, un hecho que no se producía desde hacía varias semanas, desde que el ejército sirio e iraquí, sumado a las milicias kurdas que combaten a los yihadistas y a los rebeldes salafistas, comenzaron una campaña de reconquista que si bien se ha escenificado en Mosul, se ha dado también en otros puntos del país, hasta hoy.

Por otro lado, uno no puede evitar preguntarse por qué Al Assad habría decidido gasear a la población civil cuando está ganando la guerra con diferencia. Y sobre todo: ¿por qué vamos a creer que Siria posea armas químicas cuando ya se dijo lo mismo de Iraq, Vietnam, Libia y Líbano? La buena noticia para la población civil es que al menos uno de los dos ataques de Daesh a las posiciones del Ejército Árabe Sirio en Palmira ha sido repelido tras dos horas de intensos combates. El aeropuerto militar de Shayrat es una de las instalaciones más importantes de la fuerza aérea siria, y perderlo supondría graves consecuencias para el gobierno de Assad.

El ataque químico, ¿lo fue?

Medios generalistas internacionales pusieron el grito en el cielo al aparecer las primeras víctimas del gas sarín, y comenzó un delirante torrente de especulaciones delirantes por parte de medios como El País (que ha celebrado el ataque de Trump), pero ¿qué hay de verdad en esto?

Desde un primer momento se habló de una acción coordinada entre el ejército sirio y Rusia para gasear a sus propios civiles con un propósito no definido. Otras informaciones hablaban, de manera más acertada, de un ataque de los rebeldes sirios, enemigos del gobierno de Al Assad a un almacén de armas químicas de Al Qaeda, organización terrorista de la que ya se demostró que estaba en posesión de agentes químicos, como en este caso el gas sarín.

Khan Sheikhun, la aldea que fue víctima del nocivo agente químico, recibió de manos del Reino Unido una serie de cajas con máscaras antigas antes del incidente. Máscaras antigas utilizadas por los ya conocidos White Helmets, una suerte de cascos azules al servicio de los rebeldes sirios, que acumulan una serie de montajes fotográficos, fílmicos y demás parafernalia que han servido para posicionar a una parte de la opinión pública del lado de los salafistas rebeldes sirios.

Una serie de datos que si bien no indican nada directamente, uno da por hecho de que el lector sabrá completar un puzzle de tres piezas.