Los Marines y los Rangers estadounidenses entran en el norte de Siria para el asalto final de Raqqa, la capital del califato sirio y del ISIS, que se prevé para la próxima semana. Con la pérdida de tres cuartas partes de Mosul, Raqqa, es la única gran ciudad en manos del Estado Islámico de su autoproclamado califato en 2014.

El coronel John Dorrian, portavoz de la coalición internacional, afirmó que “el despliegue que culminó hace pocos días tendrá un carácter temporal”. El jefe del Comando Central, el general Joseph Votel, encargado de las operaciones en Oriente Medio, confirmó el despliegue en una audiencia en el Senado de EE.UU.

El movimiento ha sido examinado por el Pentágono y la Casa Blanca.

A los 500 efectivos de fuerzas especiales estadounidenses que trabajaban con las Fuerzas Democráticas Sirias, se han unido otros 400. Las fuerzas especiales rusas también se están dirigiendo hacia Raqqa y fuentes kurdas anuncian la llegada de más soldados estadounidenses.

Están dotados de artillería pesada, con Howitzers que son obuses para intensas ofensivas terrestres, que servirán para destruir las ubicaciones fortificadas de los islamistas en el perímetro exterior de Raqqa. Para apoyar con fuego los avances de las milicias locales sobre Raqqa, la 11º Unidad Expedicionaria de Marines, cuenta con baterías para proyectiles de 155 milímetros.

Se pretende cortar todas las vías de escape de los yihadistas para posteriormente avanzar.

Esta semana, en una cumbre en Antalya (Turquía) el ataque final se discutió entre los jefes de los Estados de Rusia, Estados Unidos y Turquía buscando mayor cooperación militar en Siria e Irak y con el fin de evitar enfrentamientos entre sus tropas.

Tras el mandato de Barack Obama cuando tuvo lugar la retirada de tropas de Irak y Afganistán; llega la era de Donal Trump quien actúa cumpliendo la promesa que hizo de “empezar a ganar guerras de nuevo” y sigue la línea de su discurso de inauguración del 20 de enero donde prometió que acabaría con el Estado Islámico.