La votación, que tuvo lugar ayer en el parlamento alemán, contó con el respaldo de todos los diputados presentes exceptuando un voto en contra y una abstención y fue recibida con pancartas de agradecimiento por parte de los ciudadanos armenios allí presentes. Entre los mayores ausentes se encuentran la canciller, Angela Merkel, y su ministro de asuntos exteriores, Frank-Walter Steinmeier. El anuncio de esta resolución no ha sido bien recibido por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan Erdogan, ni por el primer ministro, Binali Yildirim, quienes se pusieron en contacto la semana pasada con Merkel para transmitirle las repercusiones que esta decisión tendría en la relación entre ambas potencias.
El conflicto armenio ha sido motivo de amplias discusiones en suelo europeo desde que se produjera en 1915, durante la I Guerra Mundial, aunque su calificación como genocidio no llegaría hasta después de 1948, cuando este crimen de lesa humanidad fuera legalmente reconocido tras los acontecimientos de la II Guerra Mundial. Sin embargo, ya en 1915, Francia, Rusia y Gran Bretaña condenaron la matanza, que calificaron de exterminio organizado por el estado y contra la humanidad, lo que hoy día se asemeja bastante a la definición legal de genocidio. Desde entonces, 26 países, entre los que se encuentran Italia, Bélgica o Austria, aunque no España, han dictado resoluciones en las que aceptan como genocidio lo acontecido en 1915.
Lo que también se conoce como la matanza armenia se refiere a la deportación de millones de personas de diversos orígenes y etnicidades en condiciones infrahumanas y al asesinato de otros cientos de miles, entre ellos de 800.000 a 1,5 millones de armenios, que llevó a cabo el imperio Otomano entre 1915 y 1923. Las autoridades turcas, que se refieren a esta matanza como “los hechos de 1915”, si bien reconocen la muerte de un escalofriante número de armenios, así como kurdos, asirios o griegos, no coinciden en la calificación de lo sucedido como genocidio.
En su opinión, estos hechos tuvieron lugar en un contexto de luchas interétnicas y violencia generalizada propias del contexto de guerra que se vivía en el continente, en el que tanto ciudadanos armenios -sospechosos de apoyar a la Rusia cristiana-, como turcos, perdieron la vida en manos del bando contrario. Estas voces también se respaldan en la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que falla en calificar el crimen como genocidio debido a la falta de consenso y a que por entonces ese delito no existía como tal.
La resolución alemana, promovida por políticos de las formaciones verde, democristiana y socialdemócrata –estas dos últimas gobernando en coalición-, tiene un alto valor simbólico ya que supone, además, el reconocimiento de sus responsabilidades como aliado del imperio otomano durante la I Guerra Mundial y pone fin al silencio que se ha producido sobre el exterminio en el país hasta ahora.
Sin embargo, esta decisión también llega en un momento en el que la tensa relación entre políticos alemanes se está haciendo patente, divididos en su apoyo o condena a la relación cada vez más estrecha de la canciller con el primer ministro turco y en la responsabilidad delegada en el gobierno de Erdogan para gestionar la crisis de refugiados que amenaza Europa, un país que no solo critica abiertamente la política antiterrorista europea, sino que también es famoso por su laxa interpretación de los derechos humanos.