Piel y órganos rebanados por las banderillas, que a su vez provocan irreparables heridas internas en el animal. El arpón, o la espada de ochenta centímetros y que va directa a órganos vitales como el hígado, los pulmones y la pleura. El puñal se clava hasta el fondo de su médula espinal. “¿Quién decidió llamarle a esto arte? Un psicópata, sin dudas”.
La que habla es Olga de Miguel, cabeza de la asociación animalista “Gladiadores por la paz”, y lo que relata es el sufrimiento que sufre el toro en los ruedos. La asociación realizó el pasado domingo una protesta antitaurina en la Puerta del Sol de Madrid.
Tras enumerar los elementos de tortura que utilizan torero y banderillero, la voluntaria animalista describe cómo la agonía del pobre animal continúa, desde su parálisis casi total, por las heridas y el dolor, hasta los últimos momentos antes de morir, porque deja de respirar. Con el cuerpo destrozando aguardando ya el menor de sus sufrimientos, la muerte en sí, la que le liberará de tanta agonía. Incluso está consciente cuando le cortan orejas y rabo, como si su cuerpo fuera un trofeo, en lugar de una vergüenza para el asesino.
“Encima –lamenta Olga de Miguel–, los ciudadanos financiamos con nuestros impuestos esta salvajada”, de modo que “más de 600 millones de euros al año del presupuesto estatal y de la Unión Europea van destinados a la tauromaquia, un dinero que no llega a servicios públicos como la sanidad o la educación”.