"Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela", decía aquella Canción del pirata, creada por el inigualable Espronceda. Más que diez cañones, el Rayo Vallecano utilizó doce durante el partido contra el Granada. Once se encontraban en continuo abordaje a la portería nazarí, consiguiendo un botín de 2 goles gracias al buen hacer de piratas como Bebé y Trejo; y el cañón restante se encontraba en una de las gradas superiores del Nuevo Estadio de Los Cármenes, manejado por más de 150 seguidores rayistas que se habían desplazado hasta Granada con el único objetivo de alentar a su equipo.

No importaba que fuera lunes. A decir verdad, era un día idóneo para asaltar una plaza que tenía un preciado tesoro: tres puntos que siguen situando al Rayo en ascenso directo.

El Granada no lo puso fácil

Los primeros 45 minutos del choque fueron duros. Ambos equipos se enfrentaban en un "toma y daca" constante, donde ninguna de las dos partes quería ahogarse en un mar embravecido. Fue en la segunda parte cuando el Rayo decidió ir al abordaje. Primero, fue el disparo que Bebé lanzó contra el guardameta granadino, que nada pudo hacer contra el misil del portugués; después llegó la puntilla de Trejo, tras una magnífica combinación del conjunto franjirrojo. Hay que tener en cuenta que los piratas se entienden a la perfección entre ellos.

'La vida pirata, la vida mejor'

La batalla naval había finalizado con la victoria del Rayo, que cosechó una valiosa fortuna frente a un Granada que todo apunta a que seguirá navegando en las aguas turbulentas de la Segunda División. Sin embargo, no abandonaron la escena donde había ocurrido el enfrentamiento. En la grada, más de 150 piratas esperaban ansiosos de que se compartiera con ellos un triunfo de gran calado.

Fue en ese momento cuando se inició el cántico pirata por antonomasia del equipo de Vallecas, donde el jugador Fran Beltrán llevó la batuta como si se tratara del mismísimo Barbanegra.

En la vida pirata, todos reman en la misma dirección, sin motines ni enfrentamientos, como quedó patente antes de que los futbolistas se retiraran a vestuarios. Incluso Manucho se convirtió en el típico grumete jocoso al realizar un extraño baile ante la atónita mirada de sus compañeros.

Espronceda seguía contando las bonitas historias de un velero bergantín, cuya única patria era la mar.

En este caso, el Rayo Vallecano se ha convertido en un auténtico barco pirata que asalta campos y navega a velocidad de crucero hacia el puerto donde esconder todo el botín amasado a lo largo de toda la temporada: el puerto de Primera División.