Cada vez que se hace una encuesta en la ciudad donde se están organizando unos juegos olímpicos, la mayoría de la población está encantada. Organizar un evento de tal magnitud trae montones de beneficios para el país o al menos eso es lo que las personas creen. Muchos piensan que ser anfitrión de un evento así, hace crecer el número de turistas, la cuidad se renueva, el país se pone de moda y trae inversores y empresarios de todo el mundo. ¿Pero es realmente esto cierto o es solo un imaginario colectivo de la población mundial?
Sus inicios
Los juegos olímpicos empezaron en 1896 en la Antigua Grecia promovidos por un barón francés llamado Pierre de Coupertine y el griego Evangelios.
Ellos convencieron al gobierno griego para realizar unos juegos olímpicos con el fin de construir una identidad nacionalista más fuerte. Para Coupertine este evento era más que una propaganda nacionalista griega y quiso llevarlo a escala internacional, para eso se creó el Comité Olímpico Internacional, comisión que se encarga de promover el deporte y la tolerancia entre los pueblos y se asegura de que cada cuatro años se desarrollen los juegos de invierno, los juegos de verano y los juegos paralímpicos.
Problemas financieros
En los inicios de esta gran tradición deportiva, ser anfitrión de los juegos olímpicos no significaba un gran presupuesto. Hasta el año 1936 cuando Alemania con Adolf Hitler al mando, recibió por todo lo alto estos juegos en Berlín.
Ese año, marcó el comienzo de las superproducciones que hoy en día estamos acostumbrados a ver. Alemania gastó 30.000 dólares en estos juegos para hacer ver al mundo el poder de su nación, dinero que para esa época significaba una importante cantidad.
Años después, llegó la primera catástrofe económica de la mano de los juegos en 1976, cuando se celebraron las Olimpiadas en Montreal.
Ese evento terminó costando 8 veces más de lo que se había calculado. Dejó semejante agujero presupuestario que Canadá terminó de pagar la deuda en el 2006 y hasta le colocaron un impuesto especial al tabaco para poder finiquitar el déficit. Y como este caso, tenemos a Atenas, que todavía está pagando la deuda de sus Juegos Olímpicos celebrados en el 2004.
Al parecer, Japón que recibirá a las Olimpiadas en 2020, va por el mismo camino. Estos juegos le han generado más problemas que soluciones. Se dice que el país puede incluso acabar en la ruina, por todos los gastos extras que están generando la construcción de los estadios y la villa olímpica.
Cada vez son menos las ciudades que se postulan
Hasta el año 2012 cada vez que el Comité Olímpico Internacional se reunía para elegir a la próxima ciudad anfitriona, había una media de cinco candidatas por concurso. Sin embargo, para los juegos del 2024, solo había dos, Los Ángeles y París. Muchas capitales como Budapest o Roma, que en un principio se postulaban para albergar los juegos, retiraron su propuesta en último momento.
Y en otras partes, como Hamburgo, los propios ciudadanos votaron en contra de hacer las olimpiadas allí en un referéndum. Pues sí, hay sitios donde los propios ciudadanos no quieren los juegos olímpicos.
Cada vez son menos los que quieren ser anfitriones de este evento deportivo tan importante y muchos se preguntan adónde quedará el espíritu olímpico.