Que los clásicos son partidos de la máxima rivalidad no es ningún secreto y ayer no iba a ser menos.

El Madrid salió a por el partido desde el minuto cero, sabía que esos tres puntos que se disputaban podrían alejarle definitivamente del Barça, pero el equipo culé, que venía herido de su eliminación de champions frente a la Juve, pronto reaccionaría e iría a por el partido.

Como siempre que se juega un clásico, partido importante donde los haya y más esta temporada que parece que el campeonato de liga no se decidirá hasta sus últimos compases, la tensión se masca en el ambiente y nadie quiere ceder ni un milímetro de terreno al enemigo, al enemigo ni agua, que diría el refranero español.

El Bernabéu lucía como en sus mejores tardes, o noches, lleno hasta la bandera y silbando a quién tiene que silbar, al equipo contrario, rujía y animaba sin parar.

El primer gol cayó del lado merengue, Un Casemiro, que últimamente está muy leñero y temo que cualquier día nos deje con uno menos, metía y los madridistas confiaban en ganar, pero como siempre el equipo desconectó y el Barça metió dos veces seguidas, y aunque con la entrada de James el equipo merengue consiguió empatar a doses esta vez el que tiraría de épica para ganar en el último segundo sería el F.C Barcelona.

Aún me estoy preguntando como el Madrid en treinta segundos que faltaban dejó seguir una jugada que mejor hubiese sido pararla de cualquiera de las maneras, si viesen baloncesto sabrían que a veces una falta personal a tiempo es un partido ganado, incluso Marcelo dijo que quizá si él hubiese parado esa jugada no habrían perdido, a veces echarse atrás y defender con uñas y dientes no es tan mala opción.

Pero antes de este final, duro final para todos los madridistas, el colegiado Hernández Hernández sacó a Sergio Ramos una tarjeta roja directa, de lo más rigurosísima, por una entrada a Messi que le costó la salida y dejar al Real Madrid con diez, cosa que no es la primera vez que pasa en enfrentamientos entre los dos equipos, y mientras salía el de Camas le hizo un gesto con la mano como si fuese la boca mientras le decía a Piqué "¡Ole.

ahora hablas!", haciendo clara referencia a las muchas veces que el jugador catalán ha dicho que los árbitros han beneficiado al Madrid; no sería la primera jugada polémica del partido porque ya cuando corría el minuto dos Ronaldo fué objeto de un claro penalti que, cosa curiosa, ninguno de los encargados de arbitrar el partido vió.

No sé vosotros pero yo hoy me he levantado con resaca y no de la buena, hoy es de uno de esos días en los que me gustaría pasar del fútbol para sufrir menos, mañana será otro día.