Pep cumple 46 años. El actual técnico del Manchester City no está pasando por su mejor momento en trayectoria profesional como entrenador, pues los resultados no le están acompañando y su equipo se encuentra a 10 puntos del líder, el Chelsea de Conte. Aprovechando estos resultados, sus detractores, que le estaban esperando, han cargado duramente contra la figura del de Santpedor, calificando que su Fútbol de toque es pretencioso y poco pragmático y que el fútbol como en la vida mandan los resultados. Pero, ¿sólo importa el resultado o importa cómo se consiga ese resultado?
Hoy en día, vivimos en un mundo en el que las clases sociales parecen olvidadas, en el que todos los políticos parecen iguales, que ya no se sabe si un partido es de izquierdas o de derechas y que la culpa de la crisis es la corrupción. Ante esta situación, parece que el debate futbolístico resulte mucho más nutritivo que la desgastada e insípida tertulia política. Nos encontramos en la edad de la discusión futbolística: se habla más de lo que se juega, se opina más de lo que se estudia y se crea más de lo que se ve. Es curioso comprobar cómo en una época en la incluso la política ha decidido prescindir de ella, la ideología sigue resistiendo en un ámbito tan aparentemente trivial como el fútbol.
Sin embargo, ahí la encontramos, definiendo nuestra postura ante los intensos debates de bar. Cientos de tertulias que siempre sitúan en un mismo hombre en el centro de la diana: Pep Guardiola. El técnico catalán es el emblema de uno de los bandos de esta guerra. En el otro, sus detractores o enemigos, como quieran ustedes llamarlos, siempre han encontrado símbolos contrarios a su figura como Mourinho o Simeone.
Los encuentros que enfrentan a los equipos de Guardiola contra Simeone o Mourinho son mucho más que un partido. Simbolizan el fútbol de toque contra el fútbol defensivo. La imaginación contra el pragmatismo. El talento contra el trabajo. El arte contra la industria. La ideología en el fútbol, como en la vida, es necesaria, así como la dialéctica es clave para que el juego evolucione.
Pero cuando echamos mano de tópicos y estereotipos, la ideología deja de ser útil. Para entender al catalán, tenemos que alejarnos del foco mediático, incluso del que provoca el resultado y admitir que su impacto cultural, guste o no, ha sido decisivo: solamente de esa manera se explica que a su paso genere tantos elogios como críticas. Así como los mediocres son los únicos que aspiran a la conformidad, los genios acostumbran a acumular tantos seguidores como críticos, todos armados con argumentos tan manoseados que se acaban por desgastar. ¿El resultado? Una necedad: el guardiolismo y el antiguardiolismo ya poco tienen que ver con Guardiola. Por eso, al principio os hemos planteado la pregunta, sabiendo que no es política y que aquí no se repiten las elecciones cada cuatro años.
Es mucho peor: aquí se vota cada miércoles y cada domingo y la intención de voto puede depender de un simple tiro al palo, un penalti fallado o un gol en el último minuto.
Eduardo Galeano decía que “el juego se ha convertido en un espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”. Quizás sea por eso que cuando alguien osa atacar en vez defender, cuando alguien va a contracorriente, cuando alguien va en contra de lo que los demás tienen como norma, ese sea el foco de las críticas de aquellos que piensas que el fútbol es como la vida, sólo cuenta el resultado, que el fin justifica los medios.