Hoy se cumple el aniversario del asesinato de John Lennon, a manos de un desequilibrado. Precisamente es la falta de motivos para su muerte lo que más ha torturado a su amigo y compañero en The Beatles, Paul McCartney. Este concedió hace un par de días una entrevista en el programa de la televisión británica "The Jonathan Ross Show". En él, sin poder contener la emoción, narró como recibió la noticia del crimen y el shock que supuso saber que su asesino, David Chapman, no era más que "el gilipollas de todos los gilipollas".
Precisamente esa falta de motivación, que ni siquiera fuese un asunto político sino del puro azar de una mente perturbada, fue lo que torturó durante años a McCartney.
El músico británico, que tiene ya 72 años explicó también que la mayoría de las discusiones que mantuvo con Lennon en la época de The Beatles era simplemente por el modo de llevar "el negocio". Declaró que ambos se habían vuelto ya muy malos en ese sentido y se declara afortunado de haber zanjado todas sus diferencias con Lennon aún vivo. Ambos, superadas todas esas riñas y broncas, se llamaban como se llaman los buenos amigos, para compartir recetas o para charlar sobre asuntos de la vida cotidiana, como sus recientes paternidades.
The Beatles, que todavía es considerado como el grupo más influyente de la historia, se separó en 1970, cuando las relaciones entre los miembros ya eran irrespirables.
Todos ellos iniciaron carreras en solitario y, aunque millones de fans de todo el mundo soñaban con una futura reaparición, esta no llegó a producirse nunca. McCartney y Lennon tomaron caminos estéticos muy distintos, este último mucho más comprometido con los conflictos sociales y más abierto a la experimentación musical.
Lennon se retiró de la escena en 1973 y justamente había regresado en 1980, el año de su muerte.
Su último trabajo, con Yoko Ono, Double Fantasy mostraba a un músico más maduro, con una vida familiar estable y con más ilusión por crear. Todo esto se truncó ese aciago día de diciembre, tal como hoy, con el asesinato por la espalda de David Champan. Su asesino aún continúa en la cárcel, condenando a cadena perpetua.