El pasado 8 de Octubre, descubríamos gracias a esta plataforma la primeraparte de las leyendas que se ocultan tras el enigmático pueblo de Jafra del Garraf, en Barcelona. La trágica historia de la niña Melinda, la pequeña que murió a manos de un padre psicótico después de que este perdiera a su esposa e hijos por las desdichas del destino.

En el artículo de hoy, vamos a conocer la segunda leyenda que se cuenta de este pequeño pueblo ya olvidado entre las secas y despobladas zarzas de un rincón perdido del Parque Natural del Garraf. Es la leyenda de Pedro, el niño del Ciprés, una historia no muy conocida pero que dejará helado al lector.

Hace unos siglos atrás, mucho antes de que Melinda naciera, el pueblo de Jafra pertenecía a un Barón cuyo nombre no está del todo claro, así pues, se le bautiza como “El Barón de Jafra”. Este, vivía en la casa más lujosa junto a su esposa. En la Iglesia (hoy día en pie aunque en estado ruinoso) vivía el Párroco, un hombre huraño y de malos modales. La casa más apartada pertenecía a los criados, aquellos que sin recibir nada a cambio, llenaban de lujo y comodidades la vida de sus amos.

Lo que parecía ser una mañana cualquiera en la pequeña villa catalana, se convirtió en un día celebración, la esposa del “Barón de Jafra” esperaba a su primer hijo. La alegría, se reflejaba en el rostro de todos los lugareños, incluso la noticia llego a Olivella, y desde ahí, la aristocracia de la época, enviaba sus presentes en señal de felicitación y admiración.

En el momento del nacimiento, la celebración fue aún mayor, todo fue bien, el niño sano y la esposa supero sin problemas el parto. El bebe, un niño de ojos marrones fue bautizado (según los registros), con el nombre de Pedro. Pasaron seis años hasta que esa felicidad se desvaneciera por completo. Uno de los criados, un hombre alto y fuerte, aprovechando que el barón había salido a firmar unos negocios, fue a hablar con la mujer de este.

El criado, de nombre también desconocido, le reclamaba a la mujer el derecho de reconocer a su hijo, y que aprovechando esos momentos de ausencia por parte del barón, cogiera sus cosas y se fuera con él, bien lejos, a empezar de cero. Pedro, no era un hijo legítimo, sino que era uno de los que se conoce como “niño bastardo”.

Esta conversación podría haber quedado como algo íntimo, pero nadie se dio cuenta de que el Párroco, se encontraba fisgoneando detrás de uno de los altos Ciprés, lo había escuchado todo, y no dudo un solo segundo en ir a contárselo a aquel que hasta ahora había sido el padre de Pedro.

Al enterarse de la noticia, e “Barón de Jafra”, invadido por la rabia espero unos días para cometer su venganza, la cual, no tenía como objetivo ni su esposa, ni el criado, sino Pedro, un indefenso e inocente niño de seis años.

Pedro, tenía la costumbre de jugar detrás de un Ciprés donde había un agujero, pasaba las horas en ese lugar. Fue, en uno de esos momentos de ocio, cuando el Barón, con la ayuda del Párroco, envolvió el cuello del pequeño con una cuerda en forma de soga, sin miramiento y mirando a los ojos del niño, lo lanzaron al vacío.

Pedro, murió ahorcado. La mujer y el criado no fueron ajusticiados, sino que vivieron sus días, con el dolor de haber perdido a quién más querían, su hijo.

A día de hoy, se cuenta que las almas de todos ellos, Pedro, criado, esposa, Barón y Párroco vagan por el lugar reconstruyendo la historia. La casa donde vivían los Barones, es conocida como “La casa Poltergeist”, pues en su interior, es donde suceden los fenómenos paranormales más “calientes”.