En lo más profundo del Parque Natural del Garraf, en Barcelona, escondido entre imponentes moles de piedra y casi invadido por la maleza, encontramos las ruinas de lo que antaño fue un precioso pueblo rural catalán. Hablamos de Jafra, un pueblo conocido, al igual que muchos otros de semejantes características, por sus plantaciones vinícolas. Con el paso de los años, ya nada queda de su fructífero pasado.

A día de hoy, se describe a sí mismo como un lugar siniestro que aguarda impaciente a que algún osado viajero, descubra sus secretos. Envuelto por dramáticas leyendas, Jafra es sin duda un destino turístico de obligada visita para aquellos amantes a los fenómenos paranormales.

La primera leyenda, y quizá, la más conocida, es la de la niña Melinda. Se cuenta que Melinda era la pequeña de tres hermanos. Sus padres, forasteros, habían viajado desde muy lejos y habían creado un hogar en una masía abandonada situada al lado del cementerio del pueblo. Inicialmente, la familia se componía del padre, la madre y los tres hermanos. Los pequeños, sufrían una extraña enfermedad en la piel y no podían salir al exterior mientras brillara el sol (como si se tratara de la película de “Los Otros”).

Su nulo contacto con el mundo exterior, les provocó una grave falta de sociabilidad. Al cabo de un par de años, nació Melinda, una niña sana, de ojos azules y rubia, pero en vez de venir con un pan bajo el brazo, trajo consigo la desgracia, ya que la madre, murió durante el parto.

A pesar de que Melinda era una niña sana, el padre, viudo, la trataba como si al igual que sus hermanos, estuviera enferma, tenía terminantemente prohibido su contacto con el exterior. Nuevamente, la desgracia azotóa la familia, los tres hermanos de Melinda murieron en extrañas circunstancias y en un intervalo de tiempo muy corto.

El padre, envuelto en un frenesí de locura, culpo a Melinda de todas esas desdichas, alegando que ella, tenía el demonio en su interior. Una noche, el padre de la pequeña se levantó de la cama a altas horas de la noche, con el propósito de acabar con la vida de su propia hija. Melinda, que ya tenía seis años, se percató de las intenciones de su padre y huyo, salió al exterior y se desvaneció en la oscuridad de la noche.

El padre, corrió tras ella, y cuando faltaba poco para darse por vencido, escucho un grito de su hija que provenía del interior del pozo de la casa. Melinda había caído. El padre, ignorando las suplicas de su hija, cubrió el pozo con una tapa de metal, de ese modo, los vecinos del pueblo no escucharían los lamentos de la pequeña. Melinda finalmente cedió, y se ahogó. El padre, se suicidio a los pocos días.

Sea real o no la historia, una cosa sí que es cierta, y es que si buscas en los registros históricos del pueblo, la tal Melinda existió. Y otro factor que también es muy real, son los innumerables relatos de vivencias de carácter paranormal de muchos excursionistas. Relatos, donde curiosamente, hay una niña de por medio.

Seguiremos hablando de este lugar.