Domingo, Sutherland Spring, First Baptist Church. En un pequeño pueblo de poco más 400 vecinos situado 45km al Sureste de San Antonio está a punto de llevarse a cabo el mayor Tiroteo de la historia de Texas.

El tiroteo en la iglesia

A las 11.30 del Domingo un vecino del pueblo irrumpió en la iglesia armado acabando con la vida de 27 personas, dos de ellas encontrándose fuera del recinto en el momento de la masacre. El autor del crimen, Devin Kelley (de 26 años) era un ex-miembro de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos que había sido condenado en 2012 por violencia doméstica contra su hijastro y su mujer, y además tenía cargos por maltrato animal, asalto doméstico y se le había descubierto tiempo atrás colando armas en la base de las Fuerzas Aéreas para cumplir amenazas contra sus superiores militares.

Devin Kelley habría sufrido en el pasado un accidente de moto que le dejó con un dolor físico persistente sobre el que publicó comentarios en Facebook poco antes de la masacre, llegando a escribir la misma mañana del suceso: "I´m a wreck" (soy un desastre).

Kelley utilizó, según los informes policiales, 15 cartuchos de 30 proyectiles cada uno para acabar sangrientamente con la vida de 25 personas y dejar 20 heridos, de los cuales 10 se encontraban en estado crítico al momento de llegar al hospital y 4 en estado grave.

A pesar de que desde la primera llamada la policía sólo tardó 4 minutos en llegar, fue un vecino del pueblo en posesión de otro arma el que intentó parar primero al asesino asestándole dos tiros que al parecer no fueron mortales, ya que según la autopsia Kelley murió del tiro que él mismo se pegó en la cabeza a 16 kilómetros de la escena del crimen.

El debate

Este suceso ha vuelto a abrir en Estados Unidos el omnipresente debate sobre el derecho a poseer armas según la 2ª Enmienda y sobre la facilidad con la que cualquier ciudadano estadounidense puede conseguirlas. El presidente Donald Trump alegó en una rueda de prensa en Tokio que el problema era de las enfermedades mentales, no de la regulación de armas y, si bien es cierto que son las personas y no las armas las que cometen asesinatos, Devin Kelley era un maltratador que había sido ya encarcelado por abuso y denunciado varias veces por haber cometido distintos crímenes, todos ellos dejando en evidencia el mal estado mental del asesino, lo cual no apareció en ninguna base de datos ni fue impedimento para que comprase armas y munición y más tarde se dirigiese a la iglesia que frecuentaban su mujer y su familia para acabar con la vida de decenas de personas, entre ellas niños e incluso el embrión de una mujer embarazada que falleció a causa de un disparo.

Ahora el gobierno estadounidense debe plantearse si tomará medidas contra este tipo de violencia o lo dejará pasar como otro suceso más.