Un nuevo caso de explotación laboral se vivió en Navarra, cuando el propietario de hotel Castillo de Javier, Juan Carlos Ciprés Aznar, ubicado en la calle San Nicolás de Pamplona, sometió a una de sus empleadas, llamada Pepa, a estar en situación de esclavitud al no haber tenido ni un solo día de descanso durante los seis años que trabajó en este establecimiento.

La Mujer búlgara de 57 años trabajaba como camarera hasta por doble jornada diaria de lunes a domingo, sin ningún día de descanso semanal desde 2008 hasta 2015. Además, se ocupaba de la recepción del hotel en el turno de noche, salvo los sábados.

Originalmente pasaba las tardes en la vivienda en la que residía su compañera de trabajo y traductora, donde dormía la noche del sábado en su vivienda por 100 euros al mes y cuidaba a su hija por las tardes. En el año 2015 empezó a vivir en el hotel, en una habitación en el ático del hotel destinada a guardar los productos de limpieza, sin iluminación o ventilación.

La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra terminó condenando al propietario a nueve meses de prisión, aunque la acusación particular reclamaba 5,5 años para el procesado por un delito contra los derechos de los trabajadores y otros 21 meses por un delito de acoso laboral. También deberá indemnizar con 3.000 euros a la víctima, aunque la reclamación era de 24.000 euros.

El condenado es hermano de Nieves Ciprés Aznar, exconcejala por UPN en el Ayuntamiento de Pamplona, exmilitante del PP hasta su expulsión y líder de Derecha Navarra Española.

La mujer fue engañada por una amiga

Pepa llegó a Pamplona en el año de 2008 gracias a una amiga que le propuso el trabajo, pues Pepa ya había trabajado de camarera en un restaurante en Bulgaria, cuidaba a su madre de avanzada edad y a dos de sus sobrinos que eran huérfanos de madre.

La oferta laboral establecía que trabajaría como auxiliar de pisos y limpieza de las habitaciones del hotel. El establecimiento cuenta con 18 habitaciones en 4 plantas y estaría bajo la supervisión, control y organización del director del hotel. Al momento de firmar el contrato, Pepa no conocía el idioma español y su amiga, que le había insistido en que trabajara en el hotel, ejercía como traductora.

Su salud fue la que la alertó para denunciar

Pepa cuenta que una noche se sentía muy angustiada, con taquicardia y dificultad para respirar, por lo que una compañera de trabajo la llevó a Urgencias y la animó a que denunciara a Inspección de Trabajo.

Pepa ya le había reclamado a su supuesta amiga que no era normal el ritmo de trabajo que tenía, pero ella le insistía que “aquí se trabaja así”. Puso la denuncia en el año 2015, pero luego tuvo un accidente laboral, pero a pesar de estar de baja, siguió trabajando de forma oculta por 5 días, hasta que la operaron de la rodilla y estuvo un año de baja.

En cuanto a la sentencia, Pepa siente que no se hizo justicia, pues su salud se ha deteriorado, al propietario no le dieron suficiente tiempo en la cárcel y gastó mucho dinero en el proceso judicial y la indemnización no logrará cubrir todo lo que gastó.