Desde que la Conferencia Episcopal se decidiera a dar el salto al formato televisivo, probablemente jamás haya vivido momentos tan difíciles como los que vive a día de hoy. Aterrizaba en la parrilla allá por 2010, en la recta final del mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, y empujada por la corriente crítica hacia el PSOE, tanto por su gestión económica, como por su política social en favor del matrimonio igualitario y del derecho al aborto. Que provocaron que los más altos mandatarios de la Iglesia Católica llegaran a encabezar manifestaciones contra las políticas del gobierno.
En la posterior legislatura de Mariano Rajoy, vería como se le concedía una licencia de emisión que libraba a la cadena del elevado coste de alquiler de la misma. Lo que en la práctica suponía un espaldarazo al proyecto televisivo, una cierta seguridad. Pero en los últimos tiempos su cuota de pantalla, y la dificultad para una cadena no ligada a ninguno de los grandes grupos (Atresmedia y Mediaset) para acceder a contratos publicitarios, están haciendo peligrar el futuro de sus emisiones.
En el aspecto ideológico se ha librado una gran batalla entre los directivos de la entidad. Por un lado, el sector más conservador, encabezado por el cardenal Antonio Cañizares, defendía la necesidad de librar la batalla ideológica en programas de tertulia.
En definitiva, hacer de la cadena el vehículo para transmitir a la sociedad la postura de la Iglesia respecto a todos los temas de Actualidad que comprometían su ideario. Esta corriente inicial llenó su parrilla de programas informativos y de debate que conllevaron que la cadena fuera percibida por el gran público, como agresiva y hostil, aunque si bien es cierto que con esta línea editorial con la que consiguieron su mayor cuota de pantalla, aunque no superara de media el 2.5%.
En su intento por cambiar esta imagen hostil que proyectaba la cadena sobre la propia Iglesia, desde hace unos meses se decidió optar por un tono más moderado en sus contenidos. Así programas de tertulias como el presentado por la periodista Isabel Durán, fueron cancelados, a pesar de que en su última temporada se situaba por encima de la media de la cadena.
Destino similar el que sufrió el programa La Marimorena, de Carlos Cuesta, uno de los buques insignia del canal. En su lugar se apostó por programas con una línea editorial más templada, aunque los resultados no han refrendado los cambios en absoluto. Y para muestra está el programa de Alfredo Urdaci, La Contra al Día, que analiza la actualidad en clave más humorística, pero que no deja de hacer bajar la cuota de pantalla de la cadena, con ediciones que se quedan en un irrisorio 0.9%. También se recurrió a un formato de entrevistas aprovechando la buena imagen de Carlos Herrera y su buena marcha en COPE. Pero parece que tampoco cuajó.
A falta de conocer los datos de 2016, la cadena acumula pérdidas por valor casi 63 millones de euros hasta 2015. Y su actual deriva hace muy posible incluso, una reducción de la programación de producción propia. ¿Hasta cuándo aguantará?