Gran revuelo está causando la elección democrática del ya presidente de los Estados Unidos de América.

El pasado 21 de enero en Washington DC se organizó una marcha por la "dignidad" de las mujeres contra Trump, no es de extrañar luego de decir que a las mujeres se les podía hacer cualquier cosa si eres una estrella. Aunque para ser honestos se trataba más bien de minar el poder del presidente y eventualmente derrocarlo que no de hacer que rectificase sus palabras.

Diversos medios independientes coinciden en que detrás de las organizaciones que promueven las protestas está la mano del famoso oligarca y agente de bolsa, George Soros.

Como es bien sabido,el magnate es favorable a la inmigración, la eliminación de fronteras y el movimiento globalista general.

Lo que más curiosidad ha despertado en el acto,como en tantos otros organizados, desde el mes pasado, en EUA,es la alianza feminista con la minoría musulmana. Cuanto menos curioso, pues el Islam se caracteriza por la opresión a la mujer y la subyugación de esta con respecto al hombre musulmán. Esto tiene una fácil explicación, si nos atenemos a que el feminismo moderno alude como su peor enemigo al "Heteropatriarcado", una suerte de bloque monolítico controlado por hombres de tez blanca, católicos y heterosexuales.

Lo que lleva a feministas, minorías raciales, religiosas y sexuales a aliarse en aras de una victoria sobre este supuesto sistema.

Ciertamente, poco reparan en el hecho de que sus intereses, en la mayoría de casos, están en contraposición, los unos con los otros. El esperpento llega a su culminación, las feministas, las no musulmanas, incluídas, ya gritan "Allah Akbar" en las calles de los Estados Unidos de América sin el menor reparo,contra su enemigo común.

Ya habíamos visto estas últimas semanascomo Méxicanos ondeaban sus banderas en las mismas calles estadounidenses,reclamando su "derecho",a imponer su cultura en el país vecino. Incluso hemos visto como en Reino Unido las feministas reclamaban el derecho de poner el aire acondicionado de las oficinas acorde a su calor corporal y no al de los hombres o a un término medio. Lo que queda claro, es que cada uno, por interés barre para su casa y la lógica y la razón objetiva se queda en casa de nadie.