La ambigüedad del problema linguístico empieza con la pregunta: ¿Son las palabras sexistas? Por un lado, se encuentran muchos ejemplos de bromas y expresiones machistas en el uso habitual de la lengua (por ejemplo, cuando algo mola mucho 'es la polla', y cuando no hay quien lo aguante, 'es un coñazo'); y por otro, el lenguaje tiene unas formas de hablar que oscurecen la presencia de las mujeres y dan prioridad a la realidad de los hombres (p.
ej. el masculino genérico). O eso dicen algunos. Algunas. Algunes.
Hoy en día, existe la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad
Es cierto. Todavía existe. Y por este motivo, son muchos los hispanohablantes e hispanohablantas que insisten en suponer que el léxico y la sintaxis del castellano deben hacer explícita sistemáticamente y porque sí, a cascoporro (qué palabra tan genial, por cierto) y sin discriminar, la relación entre género y sexo, de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan esta directriz, porque no garantizarían “la visibilidad de la mujer”.
Pero también están los que defienden que no tiene sentido pensar que la gramática está contra los hablantes, porque simplemente en las lenguas romances el masculino es el término no marcado, punto. Por toda la polémica que hay ahora con este asunto, merece la pena invertir unos minutos en leer el texto de Ignacio Bosque, Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, en el que se trata este tema. Cada quién, que lo haga y saque sus propias conclusiones. Una reflexión acerca de todo esto es que puede ser buena la corrección en el lenguaje, pero con coherencia y sin volverse locos y, desde luego, sin tolerar el sinsentido al que el lenguaje inclusivo está encaminando al castellano.
En general, el rechazo a toda expresión del masculino destinada a abarcar los dos sexos está marcadísimo en las guías
La tendencia actual al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas (y, por qué no decirlo, tiene mucho de demagogia). Se admite la teoría de que pueda existir sexismo en la utilización del masculino genérico en aquellos contextos en los que la referencia resulte ambigua, y en esos casos, quizá haya que utilizar el doblete en el lenguaje, pero no deberían admitirse estos dobletes cuando se usen para hacer referencia a realidades en las que sea sabido por todos (y todas) que se componen de hombres y mujeres, como pasa con los ciudadanos, los alumnos o los trabajadores (es bastante obvio que en las ciudades viven hombres y mujeres, y no hace falta hacer la aclaración -quién la necesite, por favor, que se lo haga mirar-).
Sobre esto también se ha posicionado la Real Academia Española (RAE), que en su primer manual de estilo del idioma español, publicado el 26 de noviembre de 2018, rechaza el lenguaje inclusivo dejando claro que el género masculino, "por ser el no marcado, puede abarcar al femenino en ciertos contextos". El lenguaje evoluciona, pero no puede hacerlo a golpe de Ley. Y en este punto cabe acordarse de Pérez-Reverte cuando acertadamente dijo que "cuando se celebre el Día del Orgullo Gilipollas no vamos a caber todos en la calle", y del maravilloso “miembros y miembras” con el que Bibiana Aido hizo que le sangrasen los oídos a gran parte del país.