El 10 de Julio pasado Arturo Pérez-Reverte escribió en Twitter: “Tiene usted mi palabra”, en respuesta a @bmogollón quien afirmaba que el escritor sería el único capaz de irse de La Real Academia Española (RAE), si esta aceptaba cambiar la constitución de España para adaptarla a un lenguaje inclusivo.

El debate sobre lenguaje inclusivo en la Real Academia empezó unos meses antes,cuando Arturo Pérez-Reverte publicó un artículo en la edición del 2 de octubre de 2016 de la Revista LX Semanal, donde confesaba su impotencia ante el silencio de la RAE frente una propuesta que hicieron él y otros miembros de la academia: escribir una carta a la Junta de Andalucía señalando la inutilidad y ridiculez de una ley que obligaría a los profesores andaluces a usar, en los salones de clase, el desdoblamiento de género en el lenguaje.

Su colega de la RAE, el historiador y especialista en el Quijote Francisco Ríos, le respondió públicamente a este artículo (En el que Pérez-Reverte se iba lanza en ristre contra algunos sectores de la RAE) en el diario El País, y el creador de El Capitán Alatriste dio otra embestida en el mismo medio. Este capítulo de la historia terminó con el punto final que Paco Ríos colocó al escribir un artículo de seis líneas en el mismo periódico.

Una profunda y divertida batalla de palabras en la que los académicos se baten a duelo y que está a fuego vivo, pues la vicepresidenta Carmen Calvo ha pedido un informe a la RAE, en el que determine si la constitución española “está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y qué fórmulas podrían modificarlo en caso de que no sea así”.

Grandes interrogantes

El debate sobre lenguaje inclusivo se extiende en las redes sociales, se alzan las voces con preguntas que ya vienen rondando a la sociedad hispanohablante desde hace algunos años. Desde que Nicolás Maduro y otros políticos empezaron a utilizar el lenguaje inclusivo en sus discursos, e hicieron poner los pelos de punta a más de uno con sus millones y millonas, miembros y miembras y otros tantos “desdoblamientos de género”, las preguntas se empezaron a materializar: ¿Qué tan importante es el lenguaje inclusivo en la lucha contra la discriminación de género?

¿No hay otras armas más poderosas y efectivas para enfrentar esta lucha?

La historiadora uruguaya Emilia Pérez Santarcieri, en entrevista hecha por Teledoce, dice que hay muchas palabras de fácil conversión, otras como la mariscala ya se usaban desde 1756 y otras como la modista se usaban para ambos géneros cuando el oficio lo empezaron a realizar hombres también y, enfatiza, que hay otras cosas más graves que sí discriminan, y a las que hay que prestarles mayor atención que al uso confuso de un lenguaje inclusivo.

Opiniones divididas

En el debate sobre lenguaje inclusivo en las redes sociales algunos dicen que la atención no debe centrarse en un artículo o en la terminación de una palabra, sino en los problemas reales a resolver y que se van quedando en el tintero con distracciones superfluas. Para otros son tan importantes los casos reales de discriminación como la manera en la que hablamos e incluimos en el lenguaje a mujeres y a hombres.

La profesora de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, a quien a propósito la RAE le acaba de aprobar en diciembre del año pasado la palabra aporofobia: fobia al pobre, dice que “Cuando las cosas no tienen palabras para designarlas no forman parte del mundo humano, las personas necesitamos reconocer con palabras las cosas”.

Y esta es una de las razones más poderosas que esgrimen los que están a favor del lenguaje inclusivo: lo que se nombra, existe.

Y para otros, como Arturo Pérez-Reverte (quien ha definido e introducido en el diccionario de la RAE palabras como grafitero y el verbo tuitear) es ridículo el desdoblamiento de género “que solo algunos políticos demagogos y algunos imbéciles, nadie utiliza en el lenguaje real”. El debate sobre lenguaje inclusivo está en pleno, veremos qué papel sigue protagonizando la Real Academia Española y si Arturo Pérez-Reverte “sale dando un portazo”, y seguiremos escuchando lo que la voz del pueblo, los usuarios reales de la lengua, tienen para aportar.