Cuando la mente entra en conflicto con alguna etapa de nuestra vida, con alguna persona, con cierto evento que nos marca, o como nos gusta decir a los psicólogos: hace una escisión en la psique, es claro que la cantidad de defensas que crea nuestro inconsciente para protegernos de ésto nos lleva a realizar las más inhóspitas actividades y que incluso, actualmente, se consideran socialmente aceptadas.

Uno de estos casos es cuando decidimos marcar nuestra piel con un tatuaje o bien, realizar una perforación en cualquier parte del cuerpo. ¿Por qué decidimos ésto?

¿Cómo funciona esta clase de mecanismo de defensa?

Todos conocemos a alguien que posee un tatuaje: grande, pequeño, colorido, simple o muy elaborado. Hagamos un experimento, pregunta a esa persona qué significa para él o ella ese grabado, estoy un 95% segura que su semblante cambia de manera significativa.

Muchos de los tatuajes esconden historias realmente impactantes desde lo más simple como rupturas amorosas hasta sucesos como muertes o abusos que realmente pudieron haber trastornado al sujeto.

La mente humana, en su sabia y sana naturaleza elige, la mayor parte de las veces, no concentrarse en aquellos pensamientos que podrían llevarnos a una muerte psíquica, por el contrario decide superar ese gran obstáculo, esquivarlo sin dejar de aprender de él.

Sin saberlo, al tatuar nuestra piel con cualquier símbolo o imagen que nos interese, estamos aliviando un malestar psicológico, recordándonos a nosotros mismos que tenemos el control de nuestra vida, nuestras elecciones y las decisiones que tomamos. Alguien que posee un tatuaje tiene una autoestima bastante saludable, sabe cómo superar los traumas de su vida y sobre todo, aprende de esas experiencias.

Entre los lugares más comunes para tatuarse están la espalda (sitio que normalmente se asocia con cargas emocionales y el miedo a tomar decisiones), los brazos (que hacen referencia a objetivos o metas en la vida, hechos elementales a tomar en cuenta para la acción), el pecho (tiene una relación directa con las emociones, funge como una insignia de quien se es, recordatorio de situaciones dolorosas) y las manos (normalmente refleja deseos de autocontrol, dominio y poder).

También hay zonas que no son tan usuales como el rostro o la cabeza,que podrían estarnos hablando de alguien que realmente necesita definir su identidad, puede ser rebelde o ir en contra de la corriente, incluso puede llegar a cometer delitos.

En la antigüedad, los tatuajes representaban a cierto grupo de la sociedad que no era tan “bien visto” como los piratas, las prostitutas, etc.

Sin embargo, con el paso de los años, la expansión de nuestras ideas y de la cultura, este acto se contempla más como un Arte y una expresión de nuestra personalidad que es digno de apreciarse, sobre todo porque sabemos que detrás de ese grabado se oculta el dolor o la salvación de una persona. Es una forma más de tantas que existen de identificarse con algo, pertenecer a ese grupo de personas que defienden su derecho a expresarse con su cuerpo y de este modo otorgarse a sí mismos una manifestación terapéutica saludable.