Una joven prostituta da a luz durante una noche lúgubre de 1970. La meretriz es Penélope Cruz; la película, Carne Trémula. Almodóvar filma un nacimiento inhóspito en la ficción, aunque no se antoja necesario habitar en el celuloide para toparnos con alumbramientos inusitados. En estas líneas descubrimos originales, excéntricas y curiosas llegadas al mundo de nombres célebres y universales. Iniciamos el recorrido subidos a un montacargas...
Jack Lemmon- "Jack nació entre las plantas quinta y sexta del Hospital de Boston", relataba Julie Andrews en una entrega de premios.
El primer llanto del intérprete parecía premonitorio de aquellos instantes inolvidables de El Apartamento, en los que su personaje se embelesa de la dulce Shirley MacLaine mientras ascienden al piso de arriba o aquéllos de Con faldas y a lo loco (esta vez, disfrazado de mujer contrabajista). El elevador lo acompañaría incluso en sus consejos, como en éste a Kevin Spacey: "Si realmente sueñas con ser actor, deberías irte a Nueva York y estudiar teatro y entonces, si te va bien, recuerda tomar el ascensor de bajada".
Charles Chaplin- "Si quieres saberlo, naciste en una caravana, a las afueras de Birgmingham. Era una buena. Pertenecía a una reina gitana que era mi tía. Yo también nací allí, dos años y medio después".
Un tal Jack Hill estampaba estas frases en una carta que enviaba al cómico todoterreno ocho años antes de su muerte. El icono del cine mudo destruía cada misiva que recibía, pero a ésta le concedió tal credibilidad que la guardó bajo llave y jamás se la mostró a su familia.
Edith Piaf- Su deliciosa voz supuso lo único paradisíaco de su existencia, huracanada desde el mismo momento de pisar suelo terrenal.
Su rostro, surcado de lágrimas de alcohol, adoptaba la luz de los focos sobre los escenarios como lo hizo en los primeros instantes de vida, mientras una farola frente al número 72 de la calle parisina Belleville iluminaba su semblante imberbe. Según la leyenda, Aretha, cantante ambulante y progenitora del gorrión (la llamaban así por su aspecto desvalido), salió de casa en busca de un hospital por los dolores de parto, pariendo sobre la capa de un gendarme que la atendió debajo de la lámpara callejera.
Tony Leblanc-La cometa, Juego de pelota a pala, La Era... Mientras alguno de sus coetáneos llegaba al mundo junto al popular tapiz de ciervos, el polifacético actor lo hacía en un sofá, rodeado de los cartones de Goya, en el mismísimo Museo del Prado, casi nada. "Mi padre era vigilante allí. Mi madre rompió aguas una tarde en la que fue a visitarle y tuvo que darme a luz en el interior. ¿Se puede ser más castizo?", se preguntaba en una de sus infinitas entrevistas. El joven Tony se curtió limpiando las salas dedicadas al pintor aragonés y a Velázquez mientras desempeñaba funciones de botones y ascensorista (los elevadores generan conversaciones de lluvia y sol y también genios). El apellido del creador de 'Las majas' acompañó al madrileño hasta la expiración de su carrera.
Fue merecedor de dos 'cabezones', el Goya de Honor (1993) y el galardón a la Mejor Interpretación Masculina de Reparto por 'Torrente, el brazo tonto de la ley' (1998).
Juan Mari Arzak- Las primeras sábanas que lo envolvieron no olían a hospital, sino a horno y fogones, a dulce y a especias. La habitación que lo vio nacer no se situaba en ninguna de las plantas de una clínica, sino junto al comedor de un edificio centenario de la calle Alcalde Elosegi de Donosti, donde hoy los camareros de su "casa de comidas", como le gusta llamar a su restaurante, se atusan el uniforme. El reputado cocinero vasco estrenó su vida entre manjares, como lo hicieron el neorrealismo italiano (aquellas conversaciones y partidas de cartas entre Fellini, Rossellini y Mastronianni), o los Premios Goya, cuya idea se germinó entre bocado y bocado de Sacristán, García Berlanga y Saura, entre otros.