Justo en estos últimos días de noviembre está teniendo lugar en Marbella el primer Festival del Cabaret, un certamen repleto de humor, provocación y picardía, dirigido a desenterrar una de las cifras estilísticas más emblemáticas del siglo XX y precursor de gran parte de las formas contemporáneas de hacer espectáculo. En esos años la capital alemana, más que otras, protagonizó un apogeocultural que la convirtió en símbolo incuestionable de los cabarés europeos.Al día de hoy no es fácil formarse una idea precisa de lo que era la atmósfera de los espectáculos de cabaret en Berlín, en el periodo entre la República de Weimar y la llegada del nazismo.
Piezas teatrales y películas sugerentes han atribuido a este tipo de show una imagen de decadencia y ambigüedad que a menudo ha ido de la mano con las características críticas al Tercer Reich.
El primer cabaret alemán,Buntes Theater (teatro colorado), fue fondado en 1900 por Ernst von Wolzogen. Sin embargo, solo a partir de los años 20 esta forma de hacer espectáculo floreció llevando al éxito artistas como Werner Finck. Sin duda, fue el personaje de Lola-Lola, interpretado por Marlene Dietrich en la cinta de 1930 El ángel azul, a glamurizar la imagen de los cabarés berlineses y convertirla en un icono imperecedero.
En un contexto que podría definirse pre-nazista, la situación político-económica en Alemania era complicada, la gente se encontraba insatisfecha y descontenta.
Gracias a la abolición de la censura por parte de la República de Weimar, los palcos escénicos de Berlín se transformaron en auténticos territorios francosen los cuales se trataban temas políticos y sexuales que a la vez suscitaban escándalo en los burgueses conservadores y diversión en el público más impertinente.
Sin embargo, todo estaba a punto de cambiar, por lo que en 1933 Hitler instauró oficialmente el denominado Tercer Imperio Alemán: los espectáculos se volvieron mucho más camuflados porque los actores buscaban huir de la censura, puesto que los cabarés empezaron a bullir de jerarcas nazistas.
En muchos cabarés de los años 30 se organizabala mayoría de lasactividades antinazi
El régimen nazista definió una meticulosa y asustadiza organización de aquella que tenía que ser la vida musical del país, transformándola en una auténtica máquina propagandística. Esencial en la política del Tercer Reich, la Música se convirtió en uno de los principales terrenos de una lucha dirigida a exterminar cualquier probable opositor: Joseph Goebbels, el ministro para la ilustración Pública y Propaganda, empezó a trazar los límites musicales que hacían una canción nazi, un espectáculo conforme al Tercer Reich y, por eso, adecuado y difusible.
Todo tipo de música que no fuese absolutamente “pura” y respetuosa de la tradición artística germánica, tenía que desaparecer porque corrompida y obscena. Todo aquello que se apartara del prototipo musical bosquejado por los grandes autores alemanes, como el jazzy el cabaret, tenía que perder su propia legitimidad.
Fueron innumerables los artistas que decidieron huir de Alemania durante las primeras semanas después del triunfo nazi, entre otros Thomas Mann, Bertolt Brecht, Fritz Lang y la propia Marlene Dietrich. Obviamente no faltaron suicidios y deportaciones a los campos de exterminio, principalmente a partir de 1937 cuando, en el marco de una arianización radical del Estado, Goebbels eliminó todas las formas de manifestación política y satírica. Y, con ello, la época dorada del cabaret alemán.