En el libro “Un Encuentro”, publicado por la editorial Tusquets (2009), se recoge una serie de artículos y ensayos del escritor checo Milan Kundera, en la que se puede notar sin mucho esfuerzo su cercanía a la literatura latinoamericana. Es proverbial su amistad con Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y sobre todo con Carlos Fuentes, al cual le envía una carta muy cariñosa publicada en este libro con motivo de su cumpleaños. Pero también nos habla de los martiniqueños Aimé Césaire y Edouard Glissant, del concepto de negritud del libro “Tropiques” de Césaire, de la esclavitud en el Caribe y de un escritor que alguna vez fue de Trinidad pero que al final se consideró más inglés o hindú que antillano: V.
S. Naipaul, así como también conversa sobre una novela caribeña, “Cien Años de Soledad”, y de algunos pintores venezolanos y latinoamericanos.
Pero el objetivo real de estas palabras que comparto no es ese, el libro es sólo una anécdota. El motivo es el siguiente: todavía no entendemos por qué Milan Kundera no ha ganado el Premio Nobel de Literatura. Un autor que cuenta con un discipulado tan amplio, es decir que tiene una buena cantidad de escritores más jóvenes o mucho más jóvenes que escriben más o menos como él empezó a hacerlo a partir de “La Insoportable Levedad del Ser”, nos parece insólito de nuevo cómo alguien que escribe sobre La Libertad con mayúsculas sea ignorado constantemente por la Academia Sueca, todos los años, como aquel ritual perverso que mantenía con Jorge Luis Borges hasta su muerte.
Todos sabemos que los premios son inútiles e injustos, pero es curioso además que en este libro Kundera dedique unas páginas a Philip Roth, otro de los ignorados por el Nobel, y a algunos de los más importantes escritores europeos de hoy día, algunos checos como Vera Linhartova, algunos poetas, que esperan un premio cuyos criterios a veces no los entendemos con claridad.
Así que Kundera, desde una pequeña isla en las antillas que no tiene ninguna importancia para la literatura universal ni para las editoriales universales y que no forma parte de los “grandes mercados de la palabra”, esperamos con sinceridad que tal vez el año que viene te sea concedido el Premio Nobel, o el año siguiente, o el siguiente, contando con que por lo menos tu obra haya servido para cambiar la vida de algunas personas, dos o tres, o cien, quizás mil personas si exageramos debido a nuestra admiración, que encuentran en tu idea de libertad una forma de vida que guía un tránsito no solamente literario sino vital. Ojalá algún año llegue, Milan. Pero si no llega, no importa, ser un gran escritor no tiene nada que ver con ganar el Premio Nobel de Literatura.