Por todos es conocida la férrea disciplina y fuerte sentimiento de honor que rodea a la sociedad japonesa. Incluso los propios políticos del país han llegado a dimitir por cualquier situación que se aleje lo más mínimo de los estándares sociales o morales que la sociedad nipona defiende.
No obstante lo anterior, nada de ello podría justificar los actos que el ingeniero japonés Kishi Ryoichi, de 51 años, llevaría a cabo, tras errar en los cálculos matemáticos para levantar un puente colgante en Turquía. Trabajaba en un gran proyecto de construcción para elevara un puente marino que tiene previsto conectar las zonas de İzmit y Yalova, en el borde del mar de Mármara.
Lamentablemente, una de las cuerdas que más presión ejercía sobre la plataforma se partió, demorando así los tiempos de construcción del puente, retrasando la finalización de un gran proyecto. El ingeniero japones no encontró otra solución que la del suicidio, quitándose la vida un día después de lo sucedido, y dejando una nota de despedida en el hotel donde se alojaba.
Fue encontrado por estudiantes el día de ayer a la entrada del cementerio de Altinova, con sendos cortes en las muñecas y en la garganta. En la nota de despedida, Ryoichi esgrimía que se consideraba responsable único de la ruptura de la cuerda y en consecuencia había decidido quitarse la vida.
El puente de tres kilómetros de largo, cuenta con un presupuesto estimado de 1 millón de dolares, y se prevé que se erija como el puente colgante más largo del mundo. Pretende ser punto de partida para aumentar el turismo dirigido al Mar Egeo además de acelerar el transporte de mercancías.
Lamentablemente, si la rotura de la cuerda era para Kishi Ryoichi un gran obstáculo para poder culminar el proyecto, su muerte va a suponer en cambio un gran obstáculo para su finalización, no sólo por la investigación en curso sino por el sentimiento de culpa que surgirá en todos sus compañeros de obra.
