Ayer Alemania se la jugaba contra Corea del Sur. Tras la debacle inicial ante México y luego la agónica victoria contra Suecia el sábado pasado, se las prometía felices, dado que el equipo asiático lo tenía muy complicado tras dos derrotas en los partidos anteriores de fase y se suponía que frente al equipo germano nada podría hacer.
Un partido a priori fácil
Conociendo a los campeones, lo lógico era una victoria de estos frente a los asiáticos, pero ahora mismo alguno se estará frotando las manos por haber apostado lo contrario.
Lo cierto es que el equipo teutón se estrelló una y otra vez contra el muro coreano y no podía hacerles un gol.
En el otro partido Suecia daba buena cuenta de México y eso añadía más presión a los vigentes campeones.
El tiempo iba pasando y el marcador no se movía, jugadores de la talla de Özil o Kroos se veían incapaces, incluso los asiáticos tenían sus oportunidades ante una cada vez más nerviosa Alemania. México se encomendaba a que Corea del Sur resistiera el empuje teutón y que así pudieran pasar de fase. Y llegado el tiempo de prolongación, un doble zarpazo de los coreanos, primero de Kim y luego de Son, echaba del mundial a la selección de Joaquim Löw.
La mayor sorpresa del Mundial se acababa de dar, Alemania quedaba eliminada de Rusia 2018 en primera fase, y por cuarto mundial consecutivo, el campeón caía en primera fase.
Maldición o falta de preparación
Este era uno de los comentarios que se daban tanto en las redes como en los bares a continuación de conocer la noticia. Francia, Italia, España y ahora Alemania cayeron en primera fase, tras ganar el Mundial. Se habla de una maldición, y más cuando esta selección no caía en primera fase desde el mundial del Francia de 1938, en la que no había fase de grupos, cayendo en un encuentro frente a Suiza.
Pero muchos encuentran la explicación evidente en otros factores, como puede ser el agotamiento de sus figuras tras una larguísima temporada repleta de partidos, la falta de ambición de un equipo tras haberlo ganado todo o casi todo, la poca renovación de un combinado creyendo quizás que la misma fórmula daría el mismo resultado cuatro años después, entre otras muchas teorías.
En otros mundiales tenemos el recuerdo de que las selecciones campeonas no rinden igual y se les nota cansadas, y salvo excepciones como Brasil en el mundial de Chile en el 62, poquísimas campeonas brillaron en sus reválidas.
Lo cierto es que 16 años después se vuelve a dar el mismo resultado en la vigente campeona y en este momento el Mundial queda huérfano a la espera de que una nueva selección se alce con el título más prestigioso.