¿Qué es lo primero que nos viene a la cabeza cuando oímos la palabra "juguete"? Lo más normal es pensar en niños, en recreación para la infancia. Nuestra sociedad acepta el juego casi de manera exclusiva en los más pequeños. Sin embargo, cada vez son más los adultos que utilizan videojuegos y realidades virtuales, que visitan los parques de atracciones... incluso sin la compañía de sus hijos. ¿Son los juegos una distracción innecesaria para los maduros? ¿Cuáles son sus ventajas y cuáles sus inconvenientes?

Felicidad y éxito

Leonor Terr, profesor de psiquiatría en la Universidad de California, explica que los adultos jugadores son propensos a un mejor rendimiento en su trabajo, sobre todo si requiere algo de creatividad.

Jugar, ya sea con los pequeños o en soledad, mejora la capacidad imaginativa y posibilita una actitud más positiva y en definitiva feliz, siempre y cuando se haga con moderación y el hábito lúdico no se convierta en un hábito obsesivo.

La sociedad en la que vivimos fuerza una serie de responsabilidades en los individuos adultos. Cuando uno crece, el trabajo y la familia se convierten en una prioridad, y la seriedad se nos presenta como necesidad absoluta. Sin embargo, como establece el empresario y especialista en creatividad Hubert Jaoui, no debemos confundir seriedad con tristeza. El placer es una parte de la vida, y los juegos suelen despertar en nosotros una dicha muy sana, tanto física como mental.

En otras palabras, la sensatez y la formalidad son necesarias para una vida decente, pero disfrutar de esta vida es la razón de ser de dicha responsabilidad.

Las cuatro funciones psicológicas del juego

Roger Caillois, filósofo y ensayista, clasificaba, ya en 1991, el juego en 4 categorías, dependiendo de su función psicológica dominante:

  • La competición (fútbol, videojuegos en línea, ajedrez...), que hace que nos motivemos y nos superemos a nosotros mismos.
  • El azar (sobre todo juegos de casino), que nos permite soñar y dejarnos llevar por la incertidumbre del futuro.
  • El simulacro (carnaval, disfraces, juegos de rol...), que posibilitan la libertad y la evasión de la personalidad.
  • El vértigo (parques de atracciones, esquí...), que favorece la toma de contacto con otras dimensiones de nuestra personalidad, así como liberar adrenalina.

Nuestro niño interior

El concepto de "niño interior" es la representación de nuestra parte más inocente y vulnerable.

Cuando somos niños apreciamos el mundo de un modo muy diferente: lo descubrimos, y lo apreciamos. Jugar nos permite entrar en contacto con este niño interior, y hace que volvamos a disfrutar del entorno que nos rodea. No lo pensemos más, adultos del mundo, ¡a jugar!