Mucho están cambiando los tiempos para los Reyes Magos, para los que parece que pasaron los tiempos tranquilos y felices. Ahora, cada año una polémica nueva, o varias.

Con Manuela Carmena empezó la polémica

Todo iba más o menos bien, hasta que Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, decidió que la imagen tradicional de los Reyes Magos no casaba bien con algo tan madrileño como la movida ochentera. Y decidió que había que desfilar desafiando las normas, rompiendo moldes y haciendo un homenaje a Fabio McNamara. Y se sacó de la manga unas túnicas de fantasía pop muy coloridas y chirriantes, más de carnaval que de unos viajeros de Oriente que fueran a llevarle al Niño Jesús unos simbólicos regalos a un desvencijado pesebre, hace 2000 años.

Aquello fue en la Cabalgata madrileña del 5 de enero de 2016. No hubo detalle que no se ideologizara o se sometiera a la corrección política más estricta. Y así, para no maltratar animales, en lugar de camellos, se utilizaron bicicletas. Se quitó cualquier referencia cristiana para no ofender a los prosélitos de otras religiones, que no tienen por qué soportar que en España una cabalgata de Reyes multicultural pueda relacionarse con algo tan específico como el cristianismo. Y música discotequera, pajes mujeres para alcanzar equidad de género, y danzas de todos los continentes. Un canto al mundo, según Carmena.

Reina Baltasara

Peor ha sido en otros lares, donde para que nadie se enfade, ha habido Baltasaras o Gasparas, o directamente tres Reinas Magas, porque, ¿qué es ese machismo de que los Reyes Magos sean siempre hombres?

(Recordemos la Baltasara mulata de Rivas el año pasado, o este año, la Baltasara de Valdemoro).

A partir de ahí, lo que siempre ocurre: peleas en las redes sociales, la provocación dando sus frutos, y haciendo emerger lo más casposo y conservador, frente a lo rupturista y anticatólico. La pregunta es: ¿era necesario? ¿podemos jugar con el imaginario infantil con intenciones tan adultas?

No siempre las ocurrencias disparatadas tienen una finalidad de buscarle las cosquillas al pensamiento diametralmente opuesto. No sé yo si un Homer Simpson con una birra en la mano es algo procedente para un desfile infantil, pero esto lo he visto en un ayuntamiento gobernado por el PP. Nada es perfecto, pero al menos, que la voluntad sea buena.

Aunque también se exige sensatez y buen gusto, bienes muy escasos para casi todo.

La lluvia y el cambio de fecha

La vuelta de tuerca viene este año de sequía con la decisión de adelantar al día 4 la cabalgata en municipios de Huelva, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén, Badajoz, Cáceres y Vizcaya, por las lluvias que se prevén este día 5. Esto ha provocado una división de opiniones muy enfrentadas. Porque, con las cosas de nuestros niños no se juega. Unos defienden con pasión que es necio quitarles a los niños algo tan mágico y esperado por la obcecación de no cambiar unas horas el evento. Los de enfrente, que se banaliza la figura de los Reyes Magos, haciéndoles bailar a expensas de la meteorología, y se sobreprotege en exceso a los niños, más que hacerles comprender que la vida y las circunstancias a veces nos niega lo más deseado.

Además, también plantea dudas la improvisación de algo que exige bastante organización municipal y seguridad ciudadana, y el cambio de planes de muchas familias. Así que, nueva polémica a costa de sus veteranas Majestades.

La utilización del independentismo catalán de las cabalgatas también están dando que hablar: el año pasado fueron los farolillos con la estelada al paso de la comitiva en Vic. Y este año, la utilización de lazos amarillos para pedir la liberación de Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, en Manresa, a petición de las entidades independentistas Òmnium Cultural y ANC. Todo ello con la amplia difusión de la televisión pública catalana, la TV3, que retransmite este año desde Manresa, igual que el año pasado lo hizo desde Vic.

Vale, concurramos a la cabalgata con banderas y pancartas, y convirtámosla en un evento político.

Una drag queen en el séquito

Otra, también de este año, es la que quiere encontrar resquicios de intolerancia metiendo con calzador una drag queen en una carroza de Puente de Vallecas. Transfobia se llama la discriminación u odio a los transexuales. Son ganas de provocar, porque realmente no es necesario, ni se debe utilizar un público infantil para reivindicar nada. Bueno sí: esta cabalgata debe reivindicar la inocencia, la ilusión, la alegría. Muchísima gente que no tiene nada en contra de las drag queen ni de los transexuales, tiene derecho a estar molesta por la utilización descarada de la cabalgata para crear controversia y lanzar dedos acusadores.

Alfredo Pérez Rubalcaba, en twitter, ha contestado a Cristina Cifuentes, muy crítica con la decisión de la Junta de Puente de Vallecas: "Vale, recuperemos la tradición de la cabalgata: quitemos las drag queen y la carroza de El Corte Inglés". Pues tiene razón.

De hecho, si alguna utilización advenediza se está haciendo de las cabalgatas es la del puro comercio, la rentabilidad económica y comercial. Extensible a toda la Navidad. En sí no sería malo si, precisamente, la Navidad no tuviera su más puro sentido en la espiritualidad, la familia, la infancia, la humildad y la alegría de compartir.

Todo eso hace tiempo que quedó oculto tras la ostentación, la abundancia, las comidas y compras desmedidas, el derroche, la hipocresía del abrazo y el mensaje banal, y la aparición de un gordo y cargante intruso.

Una vez más, vía mundo anglosajón: Papá Noel, que antes era un personaje más, un adorno del árbol de Navidad, y ahora es exigido por los niños como repartidor inexcusable de regalos bajo chantaje de trauma infantil, sin que la carta de los Reyes mengüe un ápice ni deje de orientarse cada vez más a los juguetes súper ventas que se agotan en noviembre.