El Premio Príncesa de Asturias sucedía en medio de una vorágine mediática que desafiaba con arrastrar el nombre de los galardonados. Por si fuera poco, Les Luthiers, galardonados con el premio a la Comunicación y a las Humanidades, apostaban por llevarse gran parte de los merecidos elogios, sino todos ellos. Aparte, pocos días atrás nos enterábamos de que “Patria”, de Aramburu, había ganado el premio nacional de Narrativa, copando el espacio informativo cultural.

Y en medio de la fama, la convulsión social y las frases y gestos de los hombres ilustres del país estaba, como siempre ha estado, la discreta poesía.

Hablando un trabalenguas que tan complicado nos parece en la sociedad actual y que, sin embargo, seguimos admitiendo que es imprescindible galardonar, homenajear, y ofrecer, por un breve espacio de tiempo, la luz que solo los medios saben arrojar.

Adam Zagajewski (Lwów, 1945) es uno de esos extraños fenómenos literarios tan desconocidos en nuestro país, ya que proviene del “otro lado del muro”. Se trata de uno de esos intelectuales de las zonas soviéticas que compartió revista con autores de la talla intelectual de Mircea Elíade. Sin duda, pesos pesados de la filosofía del siglo XX. Sin embargo, es ahora cuando tiene algo más de repercusión en nuestro país.

Estudió psicología y filosofía, y basta con leer alguno de sus poemas para darse cuenta de cómo lo abstracto, lo metafísico, lo inexplicable pasa a aguardar, tras todos ellos, para saltar a la yugular del lector nada más haya terminado la última sílaba.

Poemas sencillos de leer en los que lo complejo no es ni el vocabulario ni la manera de expresarse, sino el mensaje que, de fondo, pende suspendido sobre nuestras cabezas, sujeto apenas por un fino hilo de entendimiento.

El paso del tiempo, de la vida y todo esos temas tan manidos de la poesía son otra vez la antigua leña para encender un nuevo fuego, y la novedad es la manera de hacerlo, un estilo que al occidental le resulta tan extraño, tan poco conocido.

Uno puede hablar sobre su obra y realizar un ejercicio comparativo, pero lo cierto es que poco se sabe en España sobre la generación de poetas ucranianos en la que se inscribe Zagajewski

Hoy la prensa hablará de Adam Zagajewski como si fuese un autor de renombre que todos los intelectuales y personas cultas ya habían leído. Se desharán en elogios sobre su poesía y animarán al lector a comprar corriendo alguno de sus poemarios.

Sin embargo, en una semana pasará el revuelo, se irán los focos y se buscará otra voz desconocida y apagada a la que galardonar. Y es que la poesía, por mucha fuerza y fuego que tenga, solo tendrá la portada en los días señalados en el calendario. Solo nos queda agradecer que, por lo menos, esta buena costumbre de homenajear a los poetas de nuestro tiempo no se pierda. Y que por un breve espacio de tempo la palabra y no la acción sea la protagonista.