La semana acaba con la polémica del autobús de Hazte Oír enfrentando a la opinión pública. No la enfrenta en cuestiones de pensamiento, como sería de esperarse, lo hace visibilizando la poca tolerancia social.

Pese a que son dos colectivos que no deberían estar enfrentados, las familias de niños transexuales se han puesto a la cabeza de la lucha contra un autobús que circulaba por las calles madrileñas con el slogan “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen”.

El spot cumplía a la perfección su misión de atraer la atención y generar polémica, pero tal vez no era la manera de difundir el mensaje.

Cuando desde Haste Oír, la ONG que promovió y lanzó esta campaña, explicaban lo que (en verdad) quisieron transmitir, dejaban en claro que la intención no era lastimar, ni ofender, escudándose en la libertad de expresión y en un mensaje mal dirigido. La campaña intentaba denunciar cierta imposición de la identidad sexual y no enjuiciar a los menores transexuales.

Si la intención efectivamente era crear consciencia sobre mensajes que podrían influir en la elección de género, no ha sido una forma acertada de hacerlo. Sin embargo, la falta de diálogo e intolerancia de los que opinaban en contra no sumó nada constructivo.

Hace unas semanas, entrevisté para este mismo periódico a un integrante de Chrysallis, entidad que agrupa a las familias de menores transexuales.

Desde un primer momento, solicitó ver el reportaje antes de que fuera publicado. Accedí a enviárselo, como suelo hacer en otros casos, sin embargo, la persona que respondía editó el artículo a su gusto y antojo.

Las respuestas que ella había ofrecido fueron transcriptas literalmente, por lo que como si esa fuera su competencia, cambió párrafos completos con términos inapropiados para el periodismo.

Le explique, mediante correo electrónico, que no iba a mantener sus sugerencias, porque (básicamente) eran incorrectas. No se puede poner en 3.000 caracteres "los y las niñas", por ejemplo, porque no es correcto y entre otras cosas aburre al lector. Dentro de la generalización “los niños” se entiende que están incluidos ambos sexos.

La entrevistada no lo aceptó, pese a que sus respuestas eran exactamente copiadas tal como ella las había dado, y solicitó que no se publicara su entrevista apenas unas horas antes de que lo hiciera. La imposición absurda de ciertas terminologías, acabó por abortar lo que la entidad buscaba, la visibilidad como vía de aceptación.

El vehículo que circulaba por la capital con una frase poco feliz, era la respuesta a un autobús de similares caracteristicas que la asociación Chrysallis había puesto en marcha con una campaña para apoyar y difundir el derecho a la Transexualidad. “Hay niños con vulva y niñas con pene”, podía leerse.

La semana acaba sin debatir una ley que ayude a los niños transexuales y sus familias, sin hacer visible el sufrimiento de los más pequeños que atraviesan esta situación, sin explicar públicamente las distintas teorías médicas y psicoanalíticas sobre la construcción de la identidad sexual. La semana acaba con una guerra mediática entre dos bandos que quieren imponer su voluntad.