Todos sabemos que en España predomina una cultura enormemente ligada a las reuniones sociales y festejos, y en consecuencia al consumo, muchas veces irresponsable, de bebidas alcohólicas. Como resultado de esto, las muertes en España provocadas por el alcohol superan a las generadas por el sida, violencia y tuberculosis y la edad media de inicio en el consumo de alcohol en España es de 13,8 años, una de las más bajas de Europa.

El alcohol, un hábito peligroso

Además de las 200 enfermedades cuyo desarrollo se vinculaba al consumo de alcohol, un inicio temprano en la bebida puede dificultar en gran medida el aprendizaje en los adolescentes, además del correcto desarrollo del cerebro, su capacidad cognitiva y motora o de otros órganos cómo el hígado y los riñones, que pueden resultar dañados con la ingesta de alcohol tanto en adultos como en menores y provocar secuelas crónicas en el organismo.

Se trata de un problema global

Sin embargo, es evidente que las autoridades no ponen a disposición de los jóvenes y de la población en general (pues se trata de un problema social, no sólo de menores o progenitores) la información suficiente para que se sepa realmente el riesgo del consumo de bebidas alcohólicas.

Según los datos mundiales aproximados que podemos encontrar a nivel general sobre el consumo de estupefacientes, el alcohol es con diferencia, uno de los responsables del mayor número de muertes entre las tres drogas más consumidas, pues provoca aproximadamente 1.800.000 de muertes al año en el mundo, junto con el tabaco, también legal en España, que se lleva 5.000.000 de vidas anualmente y el consumo de cannabis sobre el que no existen datos de muertes registradas.

¿Qué podemos hacer?

El ministerio de sanidad en España ha hecho un llamamiento a través de campañas televisivas en un intento de concienciar a los ciudadanos de este problema que puede determinar el futuro de las próximas generaciones. ¿Pero es esto suficiente?

Quizá debamos analizar mucho más a fondo la calidad educativa a nivel social y de concienciación que reciben hoy en día los menores en sus centros de formación, así como en sus círculos sociales, y enfocar, tal vez, la legislación hacia una regulación responsable del consumo de bebidas espirituosas en menores y adultos, pues como dice el refrán “predicar con el ejemplo, es el mejor argumento”.