Un incendio forestal, del tamaño que sea, es siempre una tragedia natural. Pero si además tiene lugar en una isla como La Palma y de la forma en la que se ha desarrollado, la palabra tragedia se queda pequeña. Se trata de un verdadero drama que durante muchos años va a ser recordado por todos los habitantes de la isla.

En el origen de la catástrofe está un ciudadano alemán de 27 años, responsable de la quema de unos rastrojos que desencadenó un fuego descontrolado y devastador. Que el imprudente (o el "hippy idiota", como lo llama abiertamente el diario alemán Bild) esté ya en prisión no es un consuelo para nadie, en especial para la familia del agente forestal que perdió la vida mientras participaba en las labores de extinción.

Las cifras del desastre son aterradoras, si tenemos en cuenta la población y la superficie de la isla: cerca de 4.800 hectáreas arrasadas (¡el 7% de la superficie de la isla!), más de 2.500 personas evacuadas de sus casas y, sobre todo, un daño irreparable al medio natural de la más verde y frondosa de las Canarias, la llamada "isla bonita".

Las consecuencias

Estos días los palmeros asisten impotentes a este espectáculo de destrucción, contra el que aún a estas horas están luchando día y noche. Extinguir este incendio va a ser una tarea titánica, pero lo que viene después es aún peor.

Para empezar, nadie puede calibrar todavía el impacto de este colosal fuego en el ecosistema: no sólo decenas de miles de pinos canarios han sido calcinados, sino que con ellos han desaparecido aves, insectos y pequeños mamíferos.

Para los expertos, no habrá más remedio que "empezar de cero", limpiar la zona, reforestar y esperar unas cuantas décadas a que el bosque recupere su aspecto anterior al incendio.

No menos preocupante es el impacto del desastre en el turismo, especialmente en una isla donde toda la economía se basa en este sector. Un paisaje arrasado, gris y aniquilado no es el mejor reclamo para atraer visitantes a la isla.

Los efectos negativos se verán con el tiempo.

Por suerte, el corazón verde de La Palma, la frondosa y húmeda laurisilva, se ha librado de las garras de este fuego diabólico y furioso. Una buena noticia a la que agarrarse para pensar en el futuro.