Si siempre te ha interesado el lenguaje corporal y lo consideras de gran utilidad a la hora de relacionarte con las personas que te rodean, deberías saber lo esencial acerca de este tan polémico y subjetivo ámbito de la psicología.

Según estudios de la Universidad de California, sólo un 7 por ciento de la información que recibimos en una conversación directa proviene de lo que realmente se dice. Las palabras no representan una cifra tan significativa ni tienen el valor que solemos atribuirles, ya que el 93 por ciento restante deriva de factores como el lenguaje gestual y el tono del hablante.

Partiendo de este punto, nos encontramos con el primer fallo, por lo que deberiamos empezar a desmitificar los conocimientos que creemos tener sobre el tema, ya que incluso los investigadores han reconocido abiertamente que lo anterior era una verdadera exageración, y que si realmente el 93 por cien del entendimiento interpersonal residiera en la comunicación verbal podríamos entendernos con cualquier persona acerca de cualquier tema sin necesidad de aprender idiomas.

Otro de los tópicos acerca de este terreno tan curioso es la afirmación de que los mentirosos miran más hacia la derecha a la hora de relatar los actos que hacia la izquierda. Estudios recientes afirman que no hay evidencias consistentes de que esto sea cierto, y que si queremos saber si una persona está diciendo o no la verdad, hay otros indicadores (ojo, no son puramente objetivos) bastante más fiables: dilatación de las pupilas e inquietud constante (rascarse, juguetear con el cabello o con cualquier objeto...).

Se llega a la conclusión, en este aspecto, de que la mejor opción a la hora de analizar el comportamiento de un sospechoso es prestar mucha atención a lo que dice, más que a "cómo" lo dice. Poner una voz más aguda de lo habitual, dar pocos detalles sobre los acontecimientos o repetir demasiado las palabras pueden indicar una clara falta de veracidad del relato.

Sea como sea, deberíamos plantearnos renunciar a hacer juicios tan deliberadamente sobre el lenguaje implícito de las personas, ya que los pocos patrones con los que contamos no son ni mucho menos suficientes como para ser considerados objetivos. No todo el mundo reacciona de la misma manera ante un suceso o una determinada situación, pudiendo llegar a mostrar ansiedad, incomodidad y nerviosismo que pueda derivar en gestos malinterpretables.

No hay un conocimiento exacto ni fiable acerca del lenguaje corporal de las personas, por lo que debemos aceptar que quizá nunca podamos llegar a establecer unos patrones objetivos y aplicables a todos los casos.