Cierre de temporada

Juego de Tronos ha terminado por este año. Aquí se ha analizado toda la temporada en su conjunto y también paso a paso. El capítulo séptimo, el más largo hasta la fecha, con 81 minutos de duración, fue emitido en la madrugada del pasado día 28 de agosto. Punto y aparte. La séptima temporada echa el cierre.

Los fans tendrán que esperar más de un año, hasta 2019, si los rumores son ciertos, para ver la octava temporada. Parece que algunas localizaciones se mantendrán en España, que la preproducción ya se ha iniciado en la sede de HBO y que los rodajes comenzarán dentro de varias semanas.

Entretanto, quizás los lectores tengan la fortuna de ver por fin publicado el siguiente volumen de Canción de Hielo y Fuego, que se titulará “Vientos de Invierno”. Sólo Martin sabe cuándo será eso.

Las audiencias han sido las más altas de la historia de la serie, con datos de EE.UU., y se han colocado en cifras absolutamente impresionantes. En concreto, el último episodio supera a todos los demás. La serie es un fenómeno mundial, y ya ha comenzado a formar parte de la cultura popular.

El episodio de cierre

Este es el episodio más difícil de resumir, no sólo porque es el más largo, sino también porque ha resultado uno de los más polémicos. Dirigido, como siempre, de forma magistral por Jeremy Podeswa, escrito por David Benioff y D.

B. Weiss, ha levantado una polvareda de opiniones encontradas en foros, grupos de Facebook, youtubers y críticos. Hay muchos que lo han calificado de obra magistral. Otros, de fracaso. Lo que está claro es que no deja indiferente a nadie.

Muchas tramas concentradas en el mismo episodio, mucho que tratar y mucho que resolver.

Hay quien ha dicho que esta temporada de Juego de Tronos ha sido como una navaja suiza: infinidad de cosas dentro, pero algunas un tanto inservibles.

Como suele suceder, esta “season finale” de la séptima temporada también ha dejado cosas para la siguiente. En realidad, parece que las dos últimas temporadas han sido concebidas como una sola, pero en dos partes.

El proceder está en la línea de lo que viene realizando Hollywood en los últimos años con las sagas cinematográficas y los grandes blockbusters. Ciertamente no es extraño, teniendo en cuenta que Juego de Tronos es no sólo una serie grandiosa, sino también que un solo capítulo cuesta más que muchas películas.

Pozodragón

La acción comienza en Desembarco del Rey. Todos los personajes principales de la historia confluyen en una heterogénea reunión, en las ruinas de Pozodragón, lugar donde los Targaryen del pasado retenían a sus dragones tras la conquista. Los cuatro reyes que quedan, Cersei, Daenerys, Euron y Jon, reunidos en dos bandos antagónicos, parlamentan sobre la amenaza de los Caminantes.

Hasta allí han llevado Jon, ser Jorah y el Perro a uno de los espectros, un muerto viviente, metido en un cajón.

Cuando lo muestran a Cersei, a quien intenta agredir, ésta manifiesta un miedo que hasta ahora los espectadores no habían visto en ella. Y entonces decide que concederá una tregua al resto y unirán sus fuerzas contra el ejército de los muertos. Sin embargo, Cersei, astuta y cambiante, está jugando con el timing de la negociación y urde sus planes mientras todos se muestran confundidos y perdidos ante su maravillosa actuación.

Jon y Daenerys marchan de Desembarco convencidos de la ayuda de Cersei y de sus tropas. Pero no saben que ésta los engaña, y que tiene intención de permanecer impasible mientras los norteños y las tropas Targaryen se parten la cara con los muertos. Espera recoger el fruto maduro de la victoria después.

Mas su hermano Jaime Lannister no está dispuesto a colaborar con el engaño. Su arco de redención se eleva un paso más cuando, hastiado de su maquiavélica hermana, abandona la capital vestido con ropas de abrigo. Por fin el caballero triunfa sobre el vividor.

Entonces, justo entonces, comienza a nevar en Desembarco del Rey.

Jonerys

Ha habido fanservice. Lo que muchos espectadores en el mundo venían tiempo esperando y casi pidiendo a gritos, finalmente se ha producido. Tía y sobrino (que aún no lo saben) no sólo se han lanzado miradas. Finalmente han caído en la pasión desenfrenada. Mientras van a bordo del barco real, en dirección a Puerto Blanco, desde donde las tropas Targaryen partirán al encuentro de Invernalia, sucede la previsible escena de sexo.

Mucho más comedida que de costumbre en Juego de Tronos. Un tanto descafeinada, por la ausencia de palabras y de romanticismo previo. Pero sexo, al fin y al cabo.

La unión entre el Norte y Rocadragón ya es total. Jon había jurado lealtad a Daenerys delante de Cersei. El Rey en el Norte puso su corona a los pies de la reina de pelo plateado. A cambio, ella le recompensó con creces. Le entregó algo más que tropas: le dio su corazón y su cuerpo. Es el primer hombre del que Daenerys se enamora después de Drogo. ¿Tendrá más hijos? Lo veremos (o no) en la temporada final.

La serie insiste lo que ya sabíamos: que Jon no es hijo de Eddard Stark, sino del príncipe Rhaegar y de Lyanna Stark. Pero la breve escena en que se narra la boda de Rhaegar y Lyanna, en una de las visiones de Bran, acompañada de su voz y precedida de la conversación entre Bran y Sam, ha puesto también de manifiesto algo más: Jon no sólo es hijo de Rhaegar, sino que también es su heredero legal.

En efecto, el Septón Supremo anuló el matrimonio del príncipe con la princesa Elia. Y a continuación lo casó con Lyanna Stark. Ambos estaban enamorados. De modo que el único hijo que la pareja tuvo fue, según las leyes de Poniente, un hijo legítimo, matrimonial. Y por ello, heredero del patrimonio y de los derechos de sus padres.

Jon es el Rey Targaryen legítimo, aunque sin corona. Y su nombre verdadero es... Aegon Targaryen.

Si su amante (y tía carnal) Daenerys lo acepta o no, se verá en la próxima temporada.

Invernalia bajo el invierno

Lo que queda de la manada Stark se refugia en Invernalia. Bran sigue su silenciosa batalla contra el Rey de la Noche, y asiste desde cierta indiferencia a los acontecimientos de su alrededor y la vida del castillo.

Sus visiones son un recurso de guión para refrendar teorías o sospechas.

Sansa y Arya continúan su particular batalla, con Meñique jugando el peligroso juego de la cizaña. Desde luego, el sinsonte, como animal patronímico de su casa, le viene mucho peor que el carroñero buitre o que el astuto zorro.

Las cartas se han barajado. El juego está en su apogeo. Las apuestas circulan. Y los jugadores han comenzado a hacer sus descartes y a tomar sus decisiones. Sansa confiesa a Meñique su temores hacia Arya. En una deliciosa escena de diálogo, Baelish conduce a Sansa a la conclusión de que Arya la desea muerta. Pero el engañado es él.

Sansa, aparentemente débil y timorata, decide llamar a capítulo a su rebelde hermana.

En el salón principal de Invernalia, ante los caballeros de su guardia y los del Valle, Sansa hace entrar a Arya y la sitúa en el centro, a la vista de todos. Pero... Juego de Tronos siempre nos reserva alguna sorpresa. En la mejor escena del episodio, sin duda, se revela la verdadera finalidad de aquella solemne reunión: juzgar a Meñique por todas sus falsedades, traiciones y asesinatos. Finalmente, es condenado a morir y Arya ejecuta la pena allí mismo, con una rapidez y una precisión sorprendentes.

Meñique muere declarando su amor a Sansa, llorando y suplicando por su vida. Después de todo, no era tan valiente.

Al fin, Sansa reconoce que, a su terrible manera, él la quería. Pero aun así, debía morir.

De alguna forma, la sombra de Eddard Stark, que sobrevuela toda la serie, debía ser pacificada.

La redención es posible

Tres son los personajes que en este último capítulo completan su viaje hacia la cordura y la dignidad: el Perro, Jaime Lannister y Theon Greyjoy. Misteriosamente, cada uno de ellos la encuentra de una forma distinta, pero todos acabarán sirviendo a una misma causa: la lucha contra los Caminantes.

El Perro porque aprendió a tener misericordia y se unió a la Hermandad sin Estandartes con los resultados conocidos. Jaime, porque siente repulsión hacia los planes abyectos de su hermana y la abandona, solo ante un futuro que no conocemos y en medio de la tormenta. Theon, porque ha encontrado el valor que le faltaba y ha aceptado su identidad mestiza, mitad isleña, mitad norteña, sin renegar de ninguna de ellas.

Juego de Tronos ha dejado de ser, así, sólo un museo de los horrores, aunque tanto guste a algunos, y ha comenzado a permitir que también la piedad y el arrepentimiento tengan cabida en su historia. Y quienes sienten una u otra no terminan, al menos por ahora, sin cabeza o sin libertad.

El Muro tenía que caer

El mundo entero lo sabía, aunque nadie se atrevía a decir cómo ni cuándo. Pero era lógico: si los muertos iban a suponer una amenaza real para los vivos, estaba claro que el Muro debía agrietarse o romperse en algún punto, por el que los muertos pudieran pasar. Sin embargo, nadie esperaba que fuera tan fácil y que el Rey de la Noche demostrara ser tan poderoso e inteligente.

Ha hecho falta simplemente que Viserion, resucitado por el Rey de la Noche, y montado por él, convertido en un espectro, lance su chorro de fuego (ahora extrañamente azul) contra el Muro, para que éste, que había permanecido más de 8000 años en pie, se derrumbe estrepitosamente a la altura de Guardiaoriente del Mar, dejando que el inmenso ejército de muertos, gigantes incluidos, traspase hacia el sur, dando inicio, sin duda, a una nueva Larga Noche.

Tormund y Beric, que veían la escena desde lo alto del Muro, corren para salvar la vida, sin que sepamos lo que ha ocurrido.

Así terminan el episodio y la temporada. Y puede que las esperanzas de muchos.

Conclusiones.

Han sido siete episodios, los más vistos desde el inicio, con una duración superior a la media, tras los que nos hemos quedado con la miel en los labios, pero también con ciertos regustos no muy agradables. Largo sería citar todas las críticas que se han hecho a esta temporada irregular. Grandes episodios, como el cuarto, han convivido con otros mediocres.

Una de las críticas más repetidas en los expertos en la serie y la obra de George R.R. Martin han sido las contradicciones o lagunas en el guión. Ciertamente existen, como la relativa a los viajes o la naturaleza de los espectros. Pero habría sido muy sorprendente que no las hubiera cuando han pretendido introducir tanto material en tan pocos capítulos.

El cierre resulta complicado de analizar, porque contiene multitud de elementos y tramas concentrados en un producto compacto, plegado, con muchas capas en su interior. La imagen de la navaja suiza es sin duda acertada.

Esta concentración excesiva de tramas y personajes ha tenido su causa, posiblemente, en la necesidad de recortar el número de capítulos, por cuestiones económicas (el famoso coste de las imágenes por ordenador), y en el disimulado deseo de los productores de terminar la serie cuanto antes. Parecen cansados del esfuerzo de escribirla y grabarla; determinados a cerrar las historias cuanto antes.

Esa urgencia se ha traducido en precipitación. Es un producto al que se le ven las costuras; un techo que no está termosellado y que, cuando arrecia la lluvia, permite goteras considerables.

No obstante, la temporada ha sido sublime en cuanto a su factura técnica, y posiblemente la más espectacular de todas. Para quienes esperaban acción, esta séptima parte de la serie ha satisfecho sus peticiones. Ha habido sorpresas, que son la seña de identidad de Juego de Tronos. Y muchas emociones fuertes. Salvando ciertos momentos un tanto confusos, hemos gozado de varios planos épicos.

¿Lo peor? Que tendremos que esperar mucho para la última temporada.