Mi padre era ya un fan de las películas de James Bond y con él fui al cine a ver, recuerdo bien, Octopussy. Fue un domingo por la noche cuando ingresamos a la sala y nos sentamos en las butacas designadas sin palomitas ni gaseosas, pues a él eso de ir al cine a comer y beber le resultaba incomprensible (mal que me contagió y que hasta hoy padezco).

Me había hablado ya antes del agente secreto al servicio de su majestad, me decía que nos íbamos a divertir y que el espía inglés sería desde ese momento uno de mis personajes favoritos. No se equivocó.

Un par de años más tarde, imagino también que un domingo por la noche, nos sentamos en la sala de un cine a ver A View to a Kill, película en donde no solo vería a Roger Moore interpretando su memorable papel sino que además escucharía la canción de Duran Duran titulada igual que la película, lo cual me emocionaba porque por esos años yo quería que mi mata de pelo se pareciera un poco a la de Simon Le Bon en lugar de asemejarse a la de alguno de los integrantes del portorriqueño grupo Menudo que odiaba.

Así me hice fan de 007. Más aún cuando me regalaron un auto que era una réplica de aquel Lotus blanco que Bond condujo en The Spy Who Love Me por las carreteras italianas y que tras una persecución sumergió bajo el agua.

Para sorpresa de todos, el coche era también una especie de submarino. Así que yo metía en la bañera de casa ese coche que tenía las pequeñas aletas rígidas a los lados de la carrocería simulando la escena de la película.

Debo entonces confesar con orgullo que el Bond con el que me identifico es el de Roger Moore. Ya sé que la mayoría piensa que Sean Connery fue el mejor de todos los agentes 007 y no lo refuto.

También soy consciente de que Timothy Dalton fue posiblemente el peor de todos, de que Pierce Brosnan lo revitalizó y que Daniel Craig, sorprendentemente, ha hecho un magnífico trabajo. Pero repito que el James Bond de mi infancia (de mis querencias) es el de Roger Moore.

¿A santo de qué?

A ese actor rubio y de quizás desgarbada elegancia lo conocía ya de cuando interpretaba al personaje de Simon Templar en la serie de televisión El Santo y su estilo distinguido y a la vez divertido creo que fueron fundamentales para acceder al papel y meterse en la piel del agente secreto.

Escribo esto y en la memoria tengo ese aro de santidad que le aparecía sobre la cabeza al inicio de cada capítulo de la teleserie.

Está claro que interpretó muchos más papeles, pero creo que no me equivoco si digo que el mundo recordará a Roger Moore por su etapa como James Bond.

Sir Roger Moore falleció en Suiza este 23 de mayo de 2017. Descanse en paz.