Los reyes eméritos, como muchos sabemos, han tenido muchísimas y variadas discusiones, la unión matrimonial, al menos a lo que a nivel personal se refiere, quebró hace muchos años, años en los que Doña Sofía permaneció callada hasta que un día no pudo más y gritó lo que estaba pasando.

Lo cierto es que Don Juan Carlos y Doña Sofía nunca fueron un ejemplo del matrimonio perfecto, desde hace bastantes años forman una especie de pareja por compromiso a los que se les ve juntos cuando algún que otra obligación les une, lo cierto es que Doña Sofía siempre se muestra estoica a todo con el fin de que las desavenencias que existen en su matrimonio no se vean tanto desde fuera, por su parte Don Juan Carlos no actúa de la misma manera que ella.

Nos vienen ciertos recuerdos a la mente como por ejemplo aquel partido de fútbol en el que Doña Sofía quiso besar a su marido y éste le dijo que no o la vez en la que a la salida de un hospital la reina le recordó a su marido que los esperaban en otro sitio y él no le hizo ni caso, estas y muchísimas pruebas más denotan lo que existe entre ellos.

Don Juan Carlos y Doña Sofía mantuvieron muchísimas discusiones, aunque ninguna de ellas fue tan fuerte como la que ocurrió cuando el rey emérito regresó de Botswana debido a que se le rompió la cadera, cuando la reina llegó al lugar donde su esposo estaba ingresado todo el país sabía que no estaba solo y que su acompañante era otra mujer, Corinna, mujer a la que conocía desde hacía ocho años, al percatarse de la situación la reina no pudo evitar pararse y mirar a su esposo a la cara preguntándose por qué la seguía humillando delante de todo el mundo.

La cosa tenía que explotar por algún sitio y, como es normal, en ese momento el rey no supo qué contestar y la conversación tornó en un huracán de reproches maldiciendo aquel día que no tuvo valor de quedarse en la India donde viajó con sus hijos para estar con su familia viendo que su matrimonio hacía aguas.

Había mucho que tapar por parte de Don Juan Carlos, nombres de muchísimas mujeres y la reina no se calló ni uno, a lo que la respuesta de su esposo no fue más que otra mentira, un rotundo no, pero en este caso la reina no iba a quedar por mentirosa y tras soltarlo todo se sintió liberada, dando nombres y apellidos de todas esas mujeres que durante años se había callado para romper de una vez con todas lo que podía unirle al padre de sus hijos y, a partir de ese momento, vivieron su vida aparte sin a ella importarle el qué dirán del resto de la gente.