Desde hace algunos años la Medicina Estética está ganando terreno a la cosmética tradicional. Los cosméticos con ingredientes biológicamente activos en altas concrentraciones, denominados técnicamente cosmecéuticos, están adaptados al momento vital de cada persona dejando atrás la conocida distinción entre piel seca, grasa, mixta o madura.

En nuestros días, la vanguardia en el cuidado de la piel facial hace converger a cosmética y dermatología para movilizar productos reguladores, como los enriquecidos con probióticos, dando respuesta así a las necesidades de cada etapa vital de las pieles sanas, sin atender específicamente a un tipo concreto de piel.

Aunque parezca obvio, sin el debido cuidado una piel sana puede devenir en una no tan sana, independientemente de si se trata de una piel tendente al acné o madura.

¿Qué son los cosmecéuticos?

Lo que pretenden este tipo de productos cosméticos es lograr una mayor penetración a nivel de la epidermis para acelerar su acción-beneficio sin dejar residuos, sensación de piel grasienta o brillos.

Los principios activos más recurrentemente empleados son los péptidos que simulan la actividad de proteínas o enzimas, las ceramidas, los aminoácidos de colágeno o elastina, así como el ácido lactobiónico, ácidos grasos, minerales, vitaminas o células madre, extraídas estas últimas de cultivos especializados de manzana, uvas o argán.

¿Sabes que una misma alteración como la celulitis, la flacidez o el acné no deben tratarse del mismo modo en función de la etapa vital en la que se encuentre esa persona? Su estado hormonal, el nivel de estrés soportado, la alimentación, el mayor o menor sedentarismo, la adicción al tabaco, al alcohol u otros aspectos ambientales como el grado de humedad o la radiación solar demandarán unos cuidados específicos.

Precisamente, este es el objetivo que pretenden satisfacer la medicina estética y los cosmecéuticos.

La clave está en la exploración

Los especialistas en la materia recomiendan que nos realicemos unas 3 revisiones al año para examinar distintos aspectos de nuestra piel, remarcando la relevancia de las peculiaridades del momento.

En estas exploraciones medirán principalmente:

  • La cantidad de oligoelementos de nuestra piel.
  • El estrés oxidativo de las células de la piel.
  • La proporción de sebo, el ph o la hidratación existentes.
  • El espesor de la piel.
  • La densidad del colágeno.

A partir de la recolección de esta valiosa información, será más sencillo elaborar la loción, gel o crema que nuestra piel necesite para corregir sus deficiencias, administrándole los principios activos y excipientes que requiera.

Como ves, estamos en una nueva era en la que no importa tanto si tu piel es grasa o seca. Tus hábitos de vida, dónde resides o en qué estación meteorológica te encuentres condicionarán los cuidados de tu piel. No se trata de que vivamos esclavizados por el cuidado de la piel. Más bien, debemos abrir la mente a un nuevo abanico de recursos para personalizar al máximo el cuidado de nuestra piel. ¿Alguien puede resistirse a su atractivo?