Aunque lo más habitual es tratar la ansiedad con medicamentos que siempre deberá prescribir un médico, existen una serie de remedios naturales que son muy eficaces contra la ansiedad y sus síntomas. En este sentido, habrá que distinguir dos tipos de tratamientos: curativos y preventivos. Los tratamientos curativos son aquellos que tienen como finalidad tratar un ataque de ansiedad desde el momento en el que aparecen los primeros síntomas. Por el contrario, los tratamientos preventivos tienen como objetivo final evitar que los ataques de ansiedad lleguen a producirse.

De este modo, lo más recomendable será seguir los tratamientos preventivos de forma habitual y continuada y, si llega a acontecer un ataque de ansiedad, hacer uso de los tratamientos curativos.

Tratamientos curativos:

1. Manzanilla:

Gracias a sus fitoelementos, se trata de una infusión que tiene la capacidad de relajar los músculos del abdomen y del estómago, lo que permitirá solucionar uno de los síntomas más molestos de los ataques de ansiedad como son los nudos en el estómago. Además, la manzanilla tiene efectos relajantes, por lo que puede ayudar a calmar el sistema nervioso.

2. Valeriana:

La valeriana es una hierba con propiedades sedantes, por lo que una infusión de esta planta nos ayudará a contrarrestar los efectos de los ataques de ansiedad.

3. Ejercicio aeróbico:

Se trata de un remedio muy efectivo y del que pocas veces hacemos uso. La actividad física aeróbica —como correr, saltar o nadar—, va a permitir que el flujo de sangre circule de forma natural, contrarrestando los efectos de localizar la mayor parte de la sangre en el estómago y la cabeza. Además, el ejercicio físico hace que el cerebro libere endorfinas y dopamina, sustancias naturales de nuestro organismo que son las responsables de hacer que "nos sintamos felices".

De esta forma, estaremos activando el sistema natural de cuerpo para contrarrestar los ataques de ansiedad.

4. Técnicas de respiración:

Se trata de uno de los remedios más naturales y más eficientes contra los ataques de ansiedad. Existen diversas técnicas de respiración, por lo que será necesario haber ensayado antes para que sus efectos sean los más deseados cuando se quieran aplicar contra un ataque de ansiedad.

Básicamente, el control de la respiración aumenta la cantidad de oxígeno que llega a las células del organismo y, al mismo tiempo, contrarresta el exceso de adrenalina y cortisol, sustancias responsables de que nos sintamos físicamente mal cuando tiene lugar el brote de ansiedad.

Tratamientos preventivos:

1. Practicar meditación:

La meditación es una técnica que tiene mucho en común con las técnicas de respiración que acabamos de mencionar. Esta técnica es original de los países orientales y, a grandes rasgos, tiene como objetivo poner la mente en blanco para evitar cualquier interferencia del mundo exterior. Esto permite desconectar el cerebro del mismo modo que se relajan los músculos después del ejercicio y descansan para recuperar sus fuerzas.

2. Practicar ejercicio de forma habitual:

La práctica del ejercicio no solo nos va a servir para evitar los ataques cuando estos se producen sino que, además, va a permitir evitar que la ansiedad en sí tenga lugar como una enfermedad latente. Lo más recomendable es practicar entre 20 y 30 minutos al día. Lo importante no es tanto el tipo de ejercicio físico como la continuidad del mismo. Es mejor practicar 20 minutos todos los días de la semana que hacerlo durante 3 horas seguidas un único día.

3. Comer alimentos frescos:

Los alimentos frescos son, sobre todo, las frutas y las verduras que se consumen sin cocinar. Esto permite que conserven todos sus fitoelementos, vitaminas y minerales, que son sustancias que las neuronas necesitan para estar sanas.

No debemos olvidar que, la ansiedad, es una enfermedad del sistema nervioso, por lo que para empezar a tratarla es indispensable cuidar dicho sistema.

4. Evitar los alimentos desnaturalizados:

Del mismo modo que es indispensable tomar alimentos frescos, también lo es evitar los "alimentos" que en lugar de aportar nutrientes envenenan nuestras células. En este sentido, es fundamental evitar sustancias como el alcohol, el azúcar refinado, los refrescos —incluidos los que se promocionan como light o con cero calorías—, los alimentos envasados, la comida rápida, la leche pasteurizada y sus derivados, los alimentos cárnicos procedentes de ganadería intensiva y las grasas saturadas, aceite de palma y grasas hidrogenadas.