Parece que en el panorama internacional que vivimos están en auge los movimientos social-identitarios como respuesta a la sociedad globalizada y multicultural. Unos movimientos de tintes populistas que rechazan frontalmente la inmigración, la globalización y ensalzan la raza, cultura y el nacionalismo propio y originario de sus estados, es decir, la política de ultraderecha.

Para entender el alza de estos movimientos en Europa hay que analizar una serie de factores claves: la globalización inevitable en el mundo capitalista, la unión monetaria, política y económica del continente y, a partir de 2015, un aumento significativo de la inmigración principalmente musulmana a causa de los conflictos que sufren sus países de origen.

Una isla de tolerancia

Pero en Europa aparece una excepción justo en su extremo suroeste: la península ibérica. Tanto en España como en Portugal no existe ningún partido de ultraderecha populista con representación más allá de algunos concejales absolutamente minoritarios en algunos municipios catalanes (Plataforma per Catalunya) y la en la Comunidad de Madrid (España 2000). Pero, ¿es vulnerable esta isla al fantasma negro del neofascismo que recorre Europa?

La respuesta es, tristemente, afirmativa. Somos vulnerables. El discurso populista es muy fácil de colar y hacer calar en la sociedad. A través de eslóganes fáciles y sentido de pertenencia a un grupo con características comunes se puede generar un movimiento social nuevo y, por ende, político.

Como hemos visto recientemente, la política puede cambiar de manera asombrosa con la aparición de nuevos grupos que prometen nuevas formas de hacer las cosas.

En España, al igual que el resto de Europa, todo comenzó con la crisis económica hacia el año 2008. Los movimientos anti-austeridad fueron una constante a partir de este año y se acabaron materializando en el Movimiento 15 de mayo en nuestro país.

En ese ambiente se forjó un partido político que aglutinase esas demandas transversales en su origen: Podemos. Para aquellos inconformistas con un sistema político corrompido pero reticentes a los cambios extremos se creó UPyD y después Ciudadanos ocupó su lugar.

Con el paso del tiempo y la leve mejora de la economía en el continente europeo las demandas sociales se suavizaron pero el rumbo de las políticas económicas no cambió y la desafección con la UniónEuropea continuó.

En este punto cabe destacar que los partidos anti-austeridad y anti-europeístas eran principalmente de ámbito izquierdista.

Sin embargo, la Primavera Árabe estalla paralela a los movimientos sociales europeos en un mundo recientemente interconectado que casi unánimemente pedía cambios urgentes en sus democracias. No todo salió bien y, como sabemos, el Mundo Árabe estalló en una espiral de violencia y luchas internas por el poder que desembocaron en conflictos armados. El caso más sangrante es Siria, seguido de Libia. Pero no será hasta 2015 cuando los dos mundos (árabe y europeo), tan cerca y a la vez tan lejos, se encuentren con la crisis de los refugiados y la repentina aparición del terrorismo más salvaje.

El choque entre culturas genera algo que parecía olvidado desde hace años en Europa: el conflicto religioso y social. En este ambiente, los movimientos de ultraderecha encontraron su caladero ideal de votos.

¿Y en España?

Nuestro país posee algunas características que han anulado este efecto: una economía más o menos fuerte que se ha mantenido a pesar de las adversidades y la casi total ausencia de movimientos migratorios. Sin embargo, esto podría cambiar.

Poniendo algunos ejemplos se puede explicar la aparición de un movimiento ultra. En este caso, al ser de extrema derecha, podemos enumerar algunas como:

-El descontento de una parte de los votantes del PP (partido que históricamente ha aglutinado todas las vertientes de derechas del país) al considerar a éste un partido "vendido a Bruselas", amigo de "políticas LGBT" y no muy beligerante con temas que afectan la integridad cultural (inmigración) o territorial (independentismo) de España.

-Políticas sociales inclusivas pensadas para grupos sociales más desfavorecidos y refugiados de guerra.

-Pérdida de soberanía nacional e imposición de políticas europeas que afectan las decisiones del gobierno español.

-Aumento de la inmigración en todos los países europeos y la asociación errónea e interesada de los ataques terroristas con los refugiados.

Principalmente estas ideas se han debatido en el seno de la derecha española y, de hecho, ya se han producido algunas fisuras -minoritarias- dentro de este bloque político, como es el caso del partido político VOX, defensor de una política nacional fuerte, mano dura contra la corrupción y la reivindicación de "valores" españoles.

Franquismo vs Siglo XXI

Uno de los "pecados" y "errores" de la ultraderecha en nuestro país ha sido la constante reivindicación histórica del franquismo. Esta particularidad ha sido también motivo por el que un movimiento de extrema derecha nunca haya calado en el electorado español, cada vez más alejado de la dictadura. Por ello, en 2016, encontramos una extrema derecha española nueva que se desvincula totalmente del franquismo y mira hacia adelante, centrando su discurso en la ayuda a la población española en riesgo de pobreza, un discurso nacional-socialista que representa el grupo okupa Hogar Social Madrid, con miles de adeptos.

Por estos argumentos y por la situación de los demás países de Europa, no sería de extrañar que a medio o largo plazo surgiera un movimiento de extrema derecha en España.

A día de hoy siguen siendo grupúsculos sociales minoritarios pero que pueden ser capaces de crear tejido social aprovechando el panorama internacional. Tenemos que estar muy atentos a esa nueva ultraderecha joven, alejada de la figura de Franco, que reivindica un socialismo nacional y un discurso anti-globalización.

Estamos hablando de largo plazo, pero si esos pequeños grupos ya mencionados, se uniesen en un partido político y España viviese una oleada de inmigración como Francia, Austria, Hungría o Alemania, las posibilidades de éxito de este partido podrían ser elevadas. Y con ello el aumento de un discurso populista xenófobo e intolerante que no generaría más que conflictos. Personalmente espero equivocarme.