Bilbao, Alicante, Oviedo, Madrid, son algunas de los municipios y comunidades que intentan o han modificado ya, los nombres de calles con reminiscencias franquistas.

Un cálculo aproximado estima que los cambios en el Callejero de Madrid rondarían los 60 mil euros. Desde un principio lo que se ha buscado, además de respetar la Ley de Memoria Histórica, es un consenso ciudadano y que la medida afecte negativamente a la menor cantidad de vecinos posibles. Sin embargo, una investigación realizada por agentes externos a Ahora Madrid, consideran que lejos de una cifra tan baja, el cambio a los nombres de las calles superará los 5 millones de euros.

El desglose del presupuesto puede dividirse en varios aspectos. Fabricar, encargar y realizar las placas, más la retirada de las que tienen nombres asociados al franquismo y la puesta de las nuevas, tendría un coste de 60 mil euros. A ello hay que sumarle los montos que se desprendan por alterar las señales de tráfico, el cambio en la papelería y mapas de la ciudad y el de los documentos, DNI y textos oficiales, que reflejen una calle que ya no existe.

Lo que aún no queda en claro es si las domiciliaciones también deberán cambiarse individualmente o se hará de manera automática. Es decir, si cada vecino tendrá que cambiar la dirección de su recibo de la luz, agua, teléfono, de manera personal, o las compañías suministrarán este servicio, previo aviso o automáticamente.

"Ellos son jóvenes y se aprenden el nombre de las calles en un periquete, pero yo ya soy vieja y no puedo hacerlo”, se queja Herminia, una vecina del barrio de Chamberí, visiblemente indignada. Lo hace mientras un promotor de Alternativa Española (AES) le entrega en mano un folleto que dice “no al cambio de nombres en las calles de Madrid”.

Su reclamo y enfado está ligado más a lo personal que a lo histórico. “¿Sabes cuantas veces en mi vida he pasado por esta calle sin saber que era el nombre de un General de Franco? Millones, por pisar esta calle no soy franquista. Si solo fuera una calle la que cambia de nombre, no me opondría, pero yo ya no puedo memorizar el nombre de todas las que quieren cambiar.

¿En qué Madrid voy a vivir?”, comenta Herminia.

Aunque la ciudad sea la misma y viva en el mismo Madrid de su infancia y juventud, la sensación de esta mujer de 79 años es otra. Lo que cambia para ella es lo conocido, las calles que también conocieron sus padres y sus hijos. La ciudad, en este caso Madrid, ya ha cambiado mucho antes que desde el Ayuntamiento hayan decidido remover las más de 100 placas con simbología franquista. A Herminia, al menos, le quedan los nombres de las calles de “toda su vida”.

Tan variopinta como Madrid, son las opiniones que generan en los habitantes esta modificación al callejero local. Hijos y nietos de la Guerra Civil sienten que no se respeta la memoria de sus familiares víctimas del régimen. La chapa con el nombre de la calle es irremediablemente sinónimo de reconocimiento al honor, homenaje que resulta una burla para los afectados.