La política española sufre una auténtica revolución en 2016, rompiendo con el bipartidismo tal y como lo hemos entendido. La irrupción de Podemos y Ciudadanos se ha hecho patente en las Elecciones Generales modificando las reglas habituales de formación de Gobierno. Ante este escenario la Constitución de 1978 se queda obsoleta. Lo decían las encuestas, 'no habrá mayorías absolutas', así fue en diciembre de 2015 cuando las elecciones lo confirmaron, para formar Gobierno tres de los cuatro partidos que habían sumado mayor representación tendrían que pactar.

Pero no lo consiguieron, como cabía esperar.

Ante esta situación, la Constitución solo propone la convocatoria de nuevas elecciones; lo cual es frustrante si el electorado no ha cambiado de opinión, si como era el caso, seguía fuertemente diversificado. Las segundas elecciones celebradas en junio de 2016, volvían a reflejar una situación muy parecida a la anterior; el Gobierno habría que formarlo con el beneplácito de tres de las cuatro formaciones importantes.

Dichas formaciones son las siguientes:

  • Podemos, que viene representando al electorado más desalentado, en este caso la izquierda más agitada de los últimos tiempos. Focalizando su oposición hacia el PP.
  • El PP sigue representando a la derecha (o centro derecha), aunque su gestión en el Gobierno en plena crisis económica está condicionada a las directrices europeas, lo cual abre un campo de estudio no cotejado en la actualidad.
  • El otro partido con poder es el PSOE, ha vivido un año histórico debido a sus problemas de identidad, de programa y, en definitiva, por los decepcionantes resultados electorales.
  • Y Ciudadanos que se autodefine como partido de centro, lo cual encaja con su labor actual de partido bisagra.

Históricamente, el bipartidismo ha funcionado; PP y PSOE se han turnado en el Gobierno, únicamente recibiendo el apoyo de partidos nacionalistas autónomos.

Pero este año la política en España ha sufrido una revolución sin precedentes. El descontento ciudadano ante la crisis económica y la corrupción política se ha traducido en una migración de votos masiva hacia los llamados partidos nuevos: Podemos y Ciudadanos. Configurando un reparto igualado de los escaños donde la formación de un Gobierno parecía imposible.

En España esta situación es tan novedosa que los partidos han necesitado dos elecciones, y al límite, para asimilarlo.

El Gobierno se ha formado gracias a un gran pacto entre PP y Ciudadanos, y a la abstención del PSOE, Si los partidos no se hubieran puesto de acuerdo hubiéramos tenido unas terceras elecciones.

Este es el problema: la Constitución actual no ofrece garantías para crear gobiernos estables cuando el electorado está fuertemente diversificado. Otorga la responsabilidad a los partidos y deben ser ellos quienes pacten por el bien común. Pero si éstos no ceden, si entre ellos no negocian con fluidez, los Gobiernos serán muy inestables.