La aplicación del artículo 155 llegó en helicóptero sobre las cabezas de los habitantes de Barcelona (al menos sobre los habitantes del centro de la ciudad). Durante esos días en que no sabíamos qué ni cómo pasaría lo que ocurrió. Busqué opiniones que iluminaran mi visión, intenté saber lo que pensaban mis conocidos y amigos catalanes.

Era sábado, el primer día de aplicación del famoso artículo de la Constitución Española de 1978 , y los helicópteros regresaron para ponernos los nervios de punta. Ese sonido de hélices y motores, es lo que caracterizó la vida diaria en Barcelona durante las primeras semanas después de la aplicación del famoso artículo.

Pero desde antes del 1 de Octubre, desde el lamentable atentado en Las Ramblas nunca nos dejaron del todo.

De mis conversaciones y búsquedas, poco encontré para poder acabar este artículo ya que resulta difícil encontrar qué decir. La situación no se puede explicar simplemente desarrollando una posición. La ausencia de una visión plausible sobre la realidad, en todos los sectores políticamente activos, es para mí la mayor dificultad que encontré para finalizar este artículo.

Dejé Barcelona durante la segunda semana de diciembre, cuando la Navidad y las fiestas de fin de año, empezaban a ocupar el lugar de lo importante, nunca vi la ciudad tan vacía, y mi bitácora quedó inconclusa.

Las Banderas se turnan la ciudad

Tras la aplicación del artículo mentado, la “estelada” (estrellada en castellano), que es la versión independentista de la Señera, la bandera catalana que está presente a ambos lados de la polémica independentista (convive tanto con las esteladas, como con la bandera de España) desapareció de las calles, aunque no de los balcones.

Desaparecieron los catalanes vestidos de superhéroes con la bandera a modo de capa. Provocaba un extraño encanto verlos cruzar por la ciudad con su capa al viento.

Y aunque hay bastante diversidad de estrelladas en la calle, parecen predominar las de estrella blanca sobre triangulo azul en el extremo izquierdo, al menos en el centro histórico de la ciudad.

Según la Wikipedia es la bandera de tendencia más derechista, inspirada paradójicamente en la bandera cubana. Vieja historia que aún no entiendo, pero del tipo de contradicciones que marcan este proceso de Cataluña.

Existe tanta diversidad de diseños y colores de esta bandera estrellada, como diversidad de divergencias políticas entre los sujetos que integran la coalición independentista que realizó el Referéndum, y, como en las nuevas coaliciones independentistas formadas de cara a las elecciones del 21 de Diciembre recién pasado.

Muchas personas de estas coaliciones no comparten ningún relato, ni interpretación común de la historia, pese a los esfuerzos institucionales por aunar una visión de la historia.

Aunque este esfuerzo probablemente dé sus frutos, lo que predomina es la visión de la independencia o de un referéndum vinculante como una necesidad.

Incluso la noción de una necesidad de independencia de España, está en un constante movimiento pendular, entre los que a partir de las experiencias con el estado central desde hace no demasiados años, han llegado a tal convencimiento y el abandono de esta misma posición a partir de la complejidad cotidiana que la situación plantea a estos mismos ciudadanos, el malestar les une, en una comunidad autónoma que sea como sea, con más o menos problemas, es una sociedad privilegiada y dinámica.

Cuando sale la bandera española a la calle las esteladas desaparecen, y cuando sale la estelada las banderas españolas desaparecen.

Todo con mucho respecto, como cuando fue la protesta por la represión policial del primero de octubre. En general la actitud de ambos colectivos cambia la atmósfera de la ciudad, sobretodo cuando los manifestantes vienen de fuera de Cataluña.

Existe un tipo de manifestante nacionalista antindependentista que se hace notar de una manera más provocadora incluso rayana con una prepotencia explícita. Me tocó presenciar cómo un grupo de estos ofendía a un grupo de la policías en la calle, por considerarlos traidores a España e incapaces. Ellos aplauden la aplicación del artículo y están satisfechos con el encarcelamiento de los líderes catalanes, y piden la prisión de los que faltan, especialmente de Puigdemont.

En contraste, la presencia del otro nacionalismo, el catalán, es más silencioso, se deja entrever en algunas palabras y actitudes, solo para el que sabe mirar, y dada las características del proceso, no constituyen un bloque por si mismos sino que están infiltrados en grupos y opiniones mucho más diversas.

En cierta manera durante los primeros días después de la aplicación, y durante los días de manifestaciones y festivos nacionales de España, se podía percibir en el aire la diferencia de estos dos tipos de nacionalismos. El del Imperio y el de los que se consideran excepcionales dentro del Imperio. Y en medio de esta trifulca: el pueblo catalán, un pueblo con historia, vilipendiado por una u otra fuerza, ofendido por unos y utilizado por otros.

El proceso Catalán: del desafío catalán a la crisis catalana

Entre la diversidad de opiniones que existen sobre lo que está sucediendo, existe una que dice que lo que se ha últimamente nombrado como: “La crisis catalana” , no es en cuestión lo que parece. Es una idea que se repite a través a veces de relatos incluso delirantes y otros a pensar seriamente. La especulación sobre lo que está realmente sucediendo es amplia y diversa.

Aceptar esta idea, de que lo qué está pasando es otra cosa, equivale también a aceptar que lo que realmente está pasando es algo invisible a la opinión pública, que hay un red oculta de complejas relaciones entre el gobierno central de España, diversos representantes de la Unión Europea y las diferentes dirigencias de la Generalitat de Cataluña.

En mi opinión las bases para la independencia catalana han sido implementadas en el territorio, desde hace ya bastante tiempo, y si España no baja sus pies al suelo del (también siempre citado) siglo 21. Cataluña será independiente, no sé cuando, pero lo será. En este sentido lo peor que va ha suceder es que las cosas caigan por su propio peso. Pero entremedio habrá mucho circo y palabras hechas pan, mientras se negocia lo realmente importante para las elites, en ambos territorios, de momento aún sobrepuestos: Cataluña y España.

La idea de Europa, aparece representando diversidad de roles éticos y jurídicos, que parecen ilusos y demagógicos, respecto a la realidad de lo que es hoy, lejos del sueño republicano de 1944.

Entre la diversidad de posiciones respecto al ser catalán, existen ideas peligrosas y refritas de la historia occidental. Ese sentirse diferentes, más parte de Europa que de España, distintos a las otras Españas, invisibilidades en la discusión.

A demasiada gente en el estado español les da lo mismo ser español, se es español por defecto, desde hace muchos siglos. Y es una historia dura en cada una de las regiones que componen España. Volviendo a lo que significa el siglo XXI, las preguntas del ser o no ser, debieran cambiarse por una reflexión sobre el papel de las ciudades, los países y las regiones en el contexto económico contemporáneo. Más que seguir defendiendo ópticas caducas y retóricas, que de ganar, solo lo harán por la fuerza.

Este proceso no ha sido dirigido con racionalidad. El 1 de octubre fue una oportunidad de oro para un político, que sabe negociar y no solo manejar a la audiencia, alguien que actúa con estrategia y objetivos claros tal cuál lo hicieron para ese histórico y simbólico referéndum. No una dirigencia que hace lo que se supone que le dice “el pueblo”, y que no busca en realidad nada más que aferrarse al poder a costa de lo que sea.

Un rancio etnocentrismo se olía en el aire cuando se repetía hasta la vergüenza, en torno a la famosa aplicación del famoso artículo, que ha llegado incluso a convertirse en adjetivo calificativo en este devenir paradójico, la supuesta excepcionalidad de Cataluña, frente a sus vecinos de latitudes y longitudes cercanas.

Refleja el individualismo de una sociedad que en realidad, siendo una sociedad privilegiada, no posee la madurez intelectual necesaria para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor. Es así que de pronto estamos viendo cómo la famosa derecha catalana, ofrece una República al pueblo catalán.

Embrollo, es una palabra que me parece describe lo que está sucediendo, sucedió y sucederá de momento, hasta el próximo episodio. Primero por la falta de racionalidad y las contradicciones entre lo hecho y lo dicho. Marcado por la ambigüedad entre la legalidad y la ilegalidad, respecto a los hechos. Y la temible posibilidad de legitimar lo irracional, mientras se discuten detalles irrelevantes, o se lanzan a dramáticas cruzadas.

El derecho de los catalanes a decidir era el tema de la discusión, el tema de la independencia era una aspiración válida y posible. Pero el tema era el derecho a decidir. Dejada atrás la oportunidad política de legitimar el derecho a un referéndum vinculante en Cataluña. Mil razones para defender el resultado del referéndum, pueden tener los defensores del resultado, pero también corta visión si no son capaces de admitir que es un germen de irracionalidad, aceptar tal resultado como válido y legal.

Y un desfase histórico si creen que tal irracionalidad es propia de procesos independentistas. Me parece imposible salir de este embrollo sin un referéndum vinculante con todas las garantías necesarias, para preservar el derecho del pueblo catalán a decidir sobre su territorio histórico y también el derecho de decidir de quienes no definiéndose como catalanes, poseen un arraigo indisoluble con este territorio, un vínculo tan válido como la abstracción de ser catalán.

La dirigencia catalana no se preparó para el qué hacer frente a un escenario predecible, en vista a apoyar una aspiración legítima. Hay una falta a la honestidad en el proceso cuando se niega el escenario como más que predecible, así como también al intentar establecer este referéndum como definitivo y legal.

Evidentemente el hecho fue de una fuerza simbólica impresionante, pero arrojada a la basura por una ingenuidad tan miope como el rol de Europa occidental en el mundo que la rodea. El discurso de los derechos humanos pisoteados en Cataluña no es un buen discurso, ni dentro ni fuera de Cataluña o Europa. Y en mi opinión se espera retornar al punto de inicio.

Sociológicamente interesante sobre este escándalo frente a las cámaras de las policías contra los civiles, es el hecho que se configura como un escándalo, a partir del giro ético que personajes del llamado “tercer mundo”, impusieron al costo de sus vidas, en la fracturada ética de la sociedad política contemporánea.

La dirigencia catalana al apelar a la solidaridad de Europa en su relación con el estado central (siempre que digo esto de “estado central” me parece estar en una novela de ciencia ficción) utilizan, las aspiraciones de una ciudadanía, educada en el etnocentrismo propio de Europa.

Y se establece discursivamente como una medida desesperada, en una cultura en la que pedir ayuda no es bien visto. Los catalanes comparten mucho de su cultura en las calles, pero no siempre están dispuestos a compartir el bocadillo. Será la independencia de Cataluña una aspiración que se extenderá en el tiempo tanto como la construcción de la Sagrada Familia?