Uno de los principales temas que se vienen tratando en la agenda internacional es la crisis de refugiados. En los últimos años, la Unión Europea vivió el mayor desplazamiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial luego de que más de un millón de refugiados y migrantes llegaran a territorio europeo, huyendo de la guerra. Los últimos datos presentados por el Informe Mundial de Tendencias de desplazamiento forzado, ponen en evidencia la gravedad de una situación que está lejos de ser resuelta. A fines de 2016, 65,6 millones de personas se encontraban desplazadas de sus lugares de orígenes.

Lo que a su vez demuestra que se trata de un problema global.

20 personas por minuto huyeron de sus hogares

En 2016, en promedio 20 personas por minuto, debieron huir de sus hogares. Uno de los ejemplos más recientes que ilustra esta situación, es el de los más de 600.000 rohinyás, una minoría musulmana, que huyeron de Myanmar durante el último año. La situación de esta minoría es considerada como la peor crisis de refugiados desde la década de los 90. El pueblo Rohingya fue forzado a huir de su territorio, por la persecución dirigida por el Estado de Rakáin. Por lo que muchos se buscaron refugio en el país vecino, Bangladesh, donde se prevé la construcción del campo de refugiados más grande del mundo.

El mismo tendrá capacidad para albergar a 800.000 refugiados, lo que reaviva el debate sobre las condiciones de esos asentamientos.

La gran oleada de refugiados obligó a muchos países a revisar sus propias políticas. La seguridad de las fronteras se volvió en un tema central. Sin embargo, poco se habló de los abusos perpetrados contra los refugiados y las situaciones adversas que estos tuvieron que atravesar.

Uno de los aspectos menos visibles de la condición de los rohinyás y de los refugiados en general, es la violencia contra las mujeres. Según la ONU, las fuerzas de seguridad y gubernamentales de Myanmar, llevaron a cabo violaciones en grupo y abusos sexuales. También se registraron asesinatos de bebés y desapariciones. Si bien esta es una de las condiciones más crueles, no siempre es la más conocida.

Los ataques sexuales por parte de tropas del ejército, en este caso de Birmania, es un hecho que se ha repetido a lo largo de la historia.

Las mujeres refugiadas las más vulnerables

Las mujeres refugiadas, como así también aquellas que viven en territorios en guerra, son vulnerables a los abusos sexuales y a la trata de personas. Así lo afirman los especialistas como el Director Ejecutivo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Yury Fedotov.

Un ejemplo poco conocido en la región, es el de los abusos sexuales a mujeres vietnamitas, perpetrados por el ejército de Corea del Sur durante la Guerra de Vietnam. Este hecho no sólo tiene un punto de conexión con las violaciones hacia las mujeres rohinyás, sino que además se une en otro punto.

Como consecuencia de dichas violaciones, actualmente viven entre 5.000 y 30.000 niños de ascendencia mixta, que al igual que el pueblo rohingya, viven marginados. Conocidos como "Lai Dai Han", término despectivo utilizado para decir que su sangre es mixta, no son reconocidos. Al igual que sucede con los rohingyas, ningún gobierno surcoreano, se ocupó de ellos. A pesar de que fueron producto de los crímenes de guerra de las tropas surcoreanas, no cuentan con una compensación y tampoco recibieron jamás una disculpa oficial formal. Actualmente, viven en la vergüenza y la miseria absoluta, ya que muchos de ellos no saben leer ni escribir, y no cuentan con acceso a los servicios básicos de salud y educación.

En 2013, un portavoz del Ministerio de Defensa de Corea del Sur, emitió un comunicado en el que se establecía que "no hubo explotación sexual de mujeres vietnamitas". Por más de 4 décadas, tanto la sociedad como el gobierno de Corea, ignoraron lo sucedido. A pesar de sus intentos por esconder los hechos, la existencia de los hijos productos de estas violaciones, son la prueba irrefutable de lo sucedido. Como así también lo son las más de 800 mujeres abusadas, que aún permanecen con vida y luchan porque su historia sea reconocida. El Gobierno birmano decidió tomar una postura similar. Los representantes gubernamentales aún niegan que esto haya sucedido, pese a las pruebas que demuestran lo contrario.

La situación de los refugiados rohinyá generó una gran repercusión a nivel mundial. Esta minoría, que hasta el momento era invisible para muchos, no puede seguir viviendo en la sombra de una sociedad. Ni el campo de refugiados más grande del mundo, va a revertir las atrocidades que tuvieron que experimentar los rohinyás. La historia debe ser otra, no se deben repetir los errores. La impunidad de la que gozan los responsables de los delitos contra la humanidad, debe terminarse. Porque si no, ¿qué esperanza le queda a los refugiados?