Los más raro que tiene la Feria Internacional del Libro de Miami, es que los escritores hispanos escriben y hablan en inglés y los exhibidores tratan de vender sus libros a un público mayoritariamente hispano y latino “disfrazado” de americano.

¡Pierden el esfuerzo!, porque salvo raras excepciones, la lectura en los Estados Unidos ya es cosa del pasado, la gente -ya sea americana, latinoamericana, caribeña, asiática, árabe o africana no lee ni los titulares de los periódicos locales, ni tan siquiera las cartas que llegan a sus buzones -excepto cuando esperan algún cheque o una noticia relacionada con su estatus migratorio.

La gente no lee

Es increíble como las revistas de farándula, históricas, o culturales envejecen en los estantes de los centros comerciales. Los niños ya no aprecian los libros, la librerías han desaparecido de los aeropuertos; cada semana, millones de ejemplares de publicaciones de propaganda que los carteros dejan en los buzones de correo privado, una vez que el empleado de USPS se va, la gente los tira a la basura. Cuánto esfuerzo en vano y cuánto recurso malogrado. La gente no lee. Ernest Hemingway se hubiese muerto de hambre en esta época: porque tampoco le hubiesen permitido cazar animales, ni pescar marlines en las costas de la Florida.

Temor a expresarse en español

Sobre todo este año, en los tiempos del presidente Trump, muchos inmigrantes que llegaron aquí en busca del “sueño americano”, hispanos y latinos casi todos, están viviendo una verdadera “pesadilla” ante el peligro de tener que regresar a sus respectivos países.

Los llamados “dreamers” fueron despertados abruptamente y el temor a expresarse en español se extiende cada vez más ante expresiones de odio racial. Todos quieren pasar desapercibidos: Vas a un parque con tu nieta y te encuentras con parejas de jóvenes padres latinos hablando en inglés con sus hijos y estos a su vez con sus hermanitos.

¡Que incultura! Porque los verdaderos americanos, entre los cuales el grado de analfabetismo es asombroso, nunca les van a reconocer el esfuerzo que ellos hagan para “convertirse” a su cultura despreciando la propia.

Mucho dinero, poca cultura

A diferencia de muchas ferias que he visitado en distintos países del mundo, que son verdaderas fiestas del libro, la Feria Internacional del Libro de Miami tiene muchos inconvenientes: si eres expositor, debes pagar no solo muy caro cada metro del stand donde expondrás tus libros, sino también la mesa, las sillas, la energía eléctrica que vas a consumir; las presentaciones, las credenciales, los avisos y anuncios.

El horario compite contra las ventas, pues el recinto ferial abre a las 10 de la mañana y cierra a las 6 de la tarde: tampoco está abierto todos los días de la semana. Y el público debe pagar para caminar por las calles enmarcadas o por participar en una presentación de algún destacado autor del Caribe que presenta su libro en inglés, mientras que los presentes se colocan audífonos para disfrutar de una traducción simultánea de Shakespeare a Cervantes.