Qué duda cabe que el versionado cuento de Charles Perrault que llega a nuestro país durante el franquismo presenta un título más que desagradable e inapropiado para la “élite” dirigente durante la dictadura.

Caperucita símbolo de pecado franquista: mujer y "roja"

#Caperucita representa a una mujer que va sola por el bosque (¡Dios mío, nunca se ha visto tal!), y para más inri, se la identifica con una caperuza roja. Unir los vocablos mujer y roja durante la España que se retrataba bajo el lema “una, grande y libre” suponía el peor de los pecados.

Con el “fin” de la Guerra Civil Española (1939), se esperaban avances en los distintos sectores :economía, sociedad y cultura.

Nada más lejos de la realidad. Dictadura, represión y censura se hicieron mella durante 40 años en nuestro país. Dictadura, represión y censura que cargaba con pólvora el bolígrafo de escritores, periodistas, profesores y pensadores en general, haciendo estallar por los aires sus manos si no seguían al pie de la letra el (al) dictado (-r).

¿Cómo se adapta "Caperucita"?

La única misión cultural del gobierno dictatorial se basaba en adaptar los cuentos populares a unos determinados fines ideológicos y propagandísticos. Así, el bando sublevado se identificaba con una mal versionada Caperucita,que ya no era "roja", sino "encarnada". Un Caperucita “enriquecida" con catequéticas canciones y con la creación de personajes nuevos.

Ahora tenemos un hada buena, una Virgen (¡cómo no!) y un enano malvado que se introduce en la versión franquista sólo para engañar a la niña Caperucita. El personaje del lobo, conocido desde tiempos del Fecunda Ratis (S. XI), es más feroz si cabe, y pese a la dulcificación de la versión de los hermanos Grimm, la España “grande” vuelve a caracterizar el lobo como todopoderoso matando a la abuela y a Caperucita.

Podría tratarse de una versión más con algún que otro nuevo personaje, sin embargo, la lectura nos muestra una versión exclusivamente manipulada con fines propagandísticos del pensamiento franquista

Realmente es atroz como una determinada ideología puede llevar a cabo discursos morales y costumbristas hasta convertirlos en el fiel reflejo de un bando político.

Una historia rupturista y maniquea es lo que ha conseguido la manipulación del gobierno dictatorial de Caperucita Roja (mejor dicho, Encarnada), calentando, más si cabría la posibilidad, el clima posbélico de la España “rota, ensangrentada y encarcelada”.