Hace poco más de un mes llegué a Italia como estudiante de Erasmus. Tuve la oportunidad de conocer en estos días a personas de otros países, tanto europeos como no europeos. Todos ellos me miraban con ilusión al decirles que era de nacionalidad española y, la mayoría, incluso me llegaron a reconocer que les gustaría vivir en España en un futuro. Dudo que esta opinión siga presente entre sus ideas.

En tan solo una semana, la imagen de mi país, mi hogar durante toda mi vida, ha cambiado radicalmente. Ya no soy la chica que viene del lugar donde la música, la playa y el ocio se juntan.

Ahora soy la chica que viene de un país roto, lleno de odio entre sus ciudadanos, los cuales, una parte, no quiere permanecer por más tiempo entre sus fronteras, intentando a toda costa olvidarse de su verdadero origen. ¿Cómo hemos llegado a este punto? No puedo comprender el radicalismo que en los últimos días he podido observar entre las televisiones y los periódicos. Imágenes de guardias y ciudadanos enfrentados, la falta de respeto hacia la ley y hacia los planteamientos del resto de vecinos, los golpes que se podrían haber ahorrado. Todo esto suma y lo único que hemos conseguido es que nuestro país tenga en estos momentos la peor imagen que podría dar tanto a Europa como al mundo.

Aunque esto no es lo que verdaderamente me preocupa, pues esta imagen la ven el resto de países, quienes observan con asombro las barbaridades que se están cometiendo en los últimos días.

Pero, ¿y nosotros? ¿Acaso no nos damos cuenta de la estupidez que estamos cometiendo? La población vuelve a separarse en dos, y no hace ni 100 años que ocurrió lo mismo, en 1936 para ser exactos. Distinto problema, pero ¿misma solución? La violencia para implantar lo que creemos justo. ¿Acaso nos hemos olvidado de como acaba la historia?

Está claro que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Las banderas rojas, amarillas y rojas salen a los balcones de las casas manifestándose por una España unida que sea capaz de afrontar el problema que se le viene encima, aunque otros han decidido abandonar directamente, como muchas empresas que están retirando sus sedes de Cataluña para trasladarlas a otro lugar.

Una brecha abierta del todo desde el pasado domingo que será muy difícil de cerrar. Personas divididas y un gobierno que no consigue llegar a un acuerdo con el diálogo. ¿Llegará a ser este un conflicto de mayor riesgo o podrán ponerse de acuerdo, por una vez, para evitar una catástrofe? Espero que de los errores, hayamos aprendido algo.