Flora Célestine Thérèse Henriette Tristán y Moscoso Lesnais, nace en París en 1803, hija de la francesa Thérèse Lesnais y de Mariano de Tristán y Moscoso, aristócrata y coronel peruano que no la reconoce legalmente como hija. A menos que los restos de Flora se sometieran a una prueba de ADN, no tendremos la certeza de si era hija de este o de Simón Bolívar, amigo de Moscoso, de quien corrió el rumor que dejó embarazada a Thérèse. Quizás todo fue una oportuna trama de Moscoso para no darle su apellido ni sus bienes y el rumor de adulterio fuese un bulo inventado por él…o quizás no, quién sabe.

En busca de sus orígenes

Lo cierto y constatado es que Flora y su madre pasaron de vivir en un ambiente de lujos y comodidad, a verse obligadas a vivir en un barrio marginal, donde ambas malvivían y trabajaban y tal vez, como una posible solución a sus penurias económicas y con tan solo diecisiete, se casa con André Chazal con quien tiene tres hijos. De ellos le sobreviven dos, un niño y una niña, Aline, futura madre del pintor Paul Gauguin. El matrimonio con Chazal se traduce en un rosario de malos tratos, de los que harta decide huir llevándose a sus hijos, pero debido a que no tiene apellido paterno que la honre y que encima es discriminada por separada, su ex marido logra quedarse con la custodia del hijo varón.

La niña no le interesa y permite que se la quede y la historia vuelve a repetirse, dos mujeres solas, relegadas, sin derecho alguno.

Vida y desventuras de una paria

Tal como ella se reconocía, la etiqueta de paria no había quien se la quitase. En el ranking social ser mujer, sin apellido y separada la situaba en lo más bajo de la sociedad y por ende a su hija también.

Pero desde ahí, desde ese pozo profundo de donde parecía no poder salir, fue capaz de analizar las diferencias de género, las grandes injusticias sociales, lo errada de la política del momento y comenzó a escribir de manera prodigiosa. De cada una de sus pésimas experiencias, encontraba la mujer un filón de oro para denunciar las desigualdades, aportando además su propia filosofía, recogida en una serie de medidas que dejaría registradas en sus escritos.

Regreso a Europa con una nueva visión social

Sintiéndose ella hija legítima de Moscoso, no se resiste a perder la fortuna de su padre y embarca junto a su hija para Perú con la esperanza de conseguirla, pero de nada le sirve ir hasta allá y regresa tan solo con una pensión mensual. Durante los meses que pasa en tierras peruanas, vive de cerca la guerra civil propiciada por una profunda crisis política, experiencias que darán lugar a su diario de viajes Pérégrinations d'une paria, donde refleja la situación peruana en la primera mitad de siglo XIX.

Una vida personal desgraciada, caldo de cultivo de sus escritos

Sin duda su terrible historia personal fue clave para sus escritos, desde el rechazo de su padre, la pobreza extrema, el maltrato y hasta un intento de asesinato por parte de su ex marido, que tras conseguir separarse de él legalmente y obtener la custodia de sus hijos le disparó en plena calle.

Afortunadamente Flora solo resultó herida, pero Chazal, acusado de asesinato e intento de violación a su propia hija, fue procesado y condenado a 20 años de trabajos forzados.

Aportaciones socialistas y feministas

De regreso a Europa y antes de llegar a Francia, pasa por el Reino Unido de lo que escribe Paseos en Londres, en el que critica la civilización británica. Sienta las bases del feminismo moderno en La emancipación de la mujer, además se alza en campaña a favor de los derechos de los trabajadores y en contra de la pena de muerte. Nos lega una inmensa bibliografía donde queda impreso sus pensamientos más arraigados, un espíritu poderoso y luchador, que renació con brío desde el lodo donde se vio arrojada.

Como nota curiosa, recordar que escribió también La unión obrera, un folleto donde Flora presenta una serie de reformas a favor de la clase proletaria, folleto por cierto imprescindible en la biblioteca de Marx ¿padre del comunismo?