En ocasiones me pregunto el porqué del desorden y del caos que, inevitablemente, forman parte de la condición de seres humanos. Al retrotraerme a mi propia existencia, compruebo que la magnitud del caos existente en mi persona es de tal calibre que me estremezco sólo de pensar en multiplicarlo por los miles de millones de personas que habitamos el planeta. Sería muy fácil dar una explicación tan simple como esta a un problema tan complejo como el que vive el mundo actualmente, pero no sería ni correcto ni suficiente. A lo largo de los siglos el hombre se ha hecho preguntas, como las famosas ¿dónde vamos?

¿de dónde venimos?¿quiénes somos? Y es, precisamente, al intentar dar respuesta a estas cuestiones, cuando entra en juego nuestra naturaleza caótica y nuestros defectos inherentes a nuestra condición humana.

En el estado de naturaleza siempre quedan remarcados nuestros impulsos y defectos. No seremos malos por naturaleza, pero sí caóticos. Sí tendemos a proteger con ahínco nuestra familia y nuestras posesiones, se tengan las creencias políticas y económicas que se tengan. Si hablamos en términos exactos en cuanto a teorías, me consta que una persona declarada abiertamente comunista no defienda que "un libro" que ha pagado con el sudor de su trabajo es suyo, y no del Estado. No es el tema que quiero tratar, en cualquier caso.

Al hilo del estado de naturaleza, en que el hombre es libre, no es malo, y defiende sus posesiones, encontramos la cuestión del no estar amparados bajo ninguna ley, ya que si el hombre es libre de hacer lo que le plazca, nadie puede impedir ni reprimir el que una persona viole los derechos de propiedad, integridad o libertad del vecino.

John Locke lo expresó muy bien en su momento: el pacto entre hombres se construye con arreglo a un bien mayor, en aras de una Ley que defienda todos los derechos, posesiones, etc, de los mismos. A cambio de esta Ley, a la que se someten todos por igual- y por ende uno de los bienes más preciados obtenidos es la igualdad- el hombre pierde algunos de los privilegios de que gozaba en el Estado Natural.

No deja de ser el coste de oportunidad de la operación realizada. Ahora bien, este pacto, este poder "de ser", de decidir, no se pierde, sino que se transforma; se transforma en un poder mayor que emana del pueblo, pueblo que delega dicho poder en una persona, uno más salido del pueblo, para que lo ejerza de la mejor forma posible. Para que cumpla con su deber. Y como el poder emana del pueblo, este delegado electo puede ser cesado y depuesto en cualquier momento que no cumpla correctamente su función. Si se violan los derechos, las libertades y la propiedad del pueblo, este gobernante puede ser depuesto para que el pueblo elija a un nuevo representante. Locke dice que en estos casos, la rebelión del pueblo queda justificada.

¿Pero sabéis qué? Que gracias a Dios, en nuestro país no es necesario. La Constitución vigente contempla la posibilidad de la situación actual, y recogió en su Artículo 155 la posibilidad de convocar nuevas elecciones ante la violación flagrante de la legalidad. Ahora bien, os preguntaréis a qué venía exactamente toda mi verborrea filosófica anterior. Muy simple, parece que estamos abocados a repetir la historia una y otra vez. Lo que lleva sucediendo años en Cataluña no es más que el resultado de una serie de Gobiernos nefastos. De unos gobernantes que roban, mienten y azuzan al pueblo. Que han roto el pacto en detrimento del pueblo y del resto, pero a favor de su propio beneficio y de, por qué no, de sus propios bolsillos.

Y para ello, se han valido de algo tan fascista como son los nacionalismos y su auge. De algo tan demagogo como envenenar al pueblo catalán, de un autoritarismo sucio y corrosivo. De azuzar al pueblo contra el resto de españoles primado "la supremacía catalana" sobre la española, y no hay nada más fascista que eso. Porque nadie es más que nadie, somos seres humanos. Catalanes, españoles, me da igual. La nefasta intervención del Gobierno Español solo da pie a que buitres carroñeros aprovechen su momento para meter baza. Aquí os dejo un ejemplo de la doble verdad de todos esos que pretenden engañarnos; el señor Nicolás Maduro con toda su cara criticando la- muy criticable- violencia en España, un señor que tiene fama de ser tan pacífico como poco corrupto.

Está claro que toda esta situación no se hubiese dado si los representantes de España tuviesen un mínimo de decencia y de saber hacer, porque el Gobierno en Cataluña dejó de existir hace años. El pacto quedó roto hace años. Si apenas ejercen en España, ¿para qué molestarse en hacerlo sobre un pueblo cuya sociedad está fracturada de forma profunda e irremediable? ¿Para incurrir en polémica, seguir vendando los ojos al resto de españoles y perder las próximas elecciones? Claro... sin poder no hay dinero, no se puede acceder a la propiedad del pueblo. Es francamente triste y desesperanzadora la situación actual. No quiero ni entrar a valorar el tema de la represión armada, porque como historiadora me recuerda a los tantos preludios de horripilantes guerras ya pasadas, que siguen vivas en los corazones de muchos españoles de no tan avanzada edad.

Simplemente es vergonzoso el desarrollo de los acontecimientos. No puedo defender de ninguna forma la actuación en el 1-O del Gobierno, porque eso no hubiese pasado si se hubiese cumplido la ley con anterioridad, si el Gobierno- PP, PSOE, me es completamente indiferente. Mariano Rajoy los últimos siete años hubiese defendido al pueblo catalán cuando debía de todos esos carroñeros que están destrozando este país.

¿La solución? No lo sé. Sólo sé que en Cataluña lleva vigente durante muchos años el Estado Natural en su peor vertiente, en la que hombres violan los derechos de otros buscando su propio beneficio, y no hay ninguna ley que valga sobre eso. Servirse de cuestiones como la lengua, la cultura, la tradición, es aún más ruin y vergonzoso, porque todas esas cuestiones, toda esa diversidad, es lo que hace rico a un país.

Me siento increíblemente orgullosa de la tierra de la que vengo, porque adoro el acento de mi tierra, adoro sus costumbres y su comida, y no me importa lo que piensen al respecto. Ni Extremadura ni Castilla-La Mancha tienen nada que envidiar a Cataluña, ni somos menos inteligentes ni válidos, como nos quieren hacer pensar toda esa minoría que utiliza argumentos estúpidos para lograr que odiemos a una mayoría de catalanes. La mayor parte de catalanes no salió de sus casas el 1-O, quizá por miedo. Y los que salieron- no hablo de la minoría revanchista- quizá lo hicieron ante la escalada de violencia injusta vivida por parte de los cuerpos de seguridad, porque tienen derecho a votar. Pero no a votar así.

No a denigrar al resto de Españoles. El pueblo quiere votar, y por eso el señor Rajoy debería haber recurrido al Artículo 155 hace mucho tiempo. Porque es un derecho del pueblo. ¿Qué pasa? Quizá tenga miedo de que se descubra más corrupción dentro de su partido.

Hemos llegado a un punto en el que no quedan valores, no queda dignidad. La línea siempre difusa entre el bien y el mal ha quedado empañada por odio, sentimientos creados y elementos diferenciatorios que no deberían ser más que elementos enriquecedores de un país. Pero todo esto no importa. Las personas que queremos el término medio nunca somos escuchadas cuando los extremismos y la radicalidad se ha impuesto, pese a que la oscuridad se cierna sobre todos nosotros.