¿Por qué extraña razón querría nadie, nacido en un estatus social superior bajar de él? ¿Sería quizás que pese a ser esclavos, la clase baja quedaba libre de juicios sociales, que no así los de las capas altas? ¿A quién le interesarían los amoríos o mala vida de un plebeyo? A saber si esa fue la razón por la que Claudia Metela, hija de Apio Claudio Pulcro y Cecilia Metela, bajó de escalafón social y se mezcló con todo gusto entre la multitud romana sin títulos ni posesiones.

De Claudia a Clodia

Ser mujer en cualquier época no resulta nada fácil. Derivó su nombre en Clodia, vulgar adaptación del original Claudia, y quiso probar y hacer su real gana pese a las limitaciones de la sociedad o la mala fama que pudiera alcanzar.

No fue la suya una vida ejemplar cargada de sacrificios, ni descubrimientos asombrosos y maravillosos para toda la humanidad, pero fue un claro ejemplo de hacer valer su voluntad por encima de cualquier cosa, rompiendo esquemas y normas establecidas que castran por completo a la mujer, en cuanto a su sexualidad se refiere.

Mujer sí, pero con hábitos de varón

Nadie se asombraría si al leer la biografía de Clodia fuese un varón romano quien la protagonizara, pero claro, hablar de una noble romana de vida tan pecaminosa es tan altamente llamativo, por decirlo suavemente, que se hizo un hueco en la Historia entre los grandes mitos y personajes de todos los tiempos. Y es que quiso nuestra plebeya rebelde, probar todo lo que le apeteció, sin límites ni diferencias, tal cual hacían los varones y que era visto con total normalidad.

Un escandaloso reality show en pleno Imperio romano

De su primer matrimonio con Lúculo, obtuvo el divorcio cuando este y su hermano Clodio tuvieron una disputa. Después se registra un segundo matrimonio con un primo suyo, Metelo Celer, con quien no se llevaba bien, quienes discutían en público y a quien le fue infiel con todo el que quiso y de quien finalmente quedó viuda, según las voces populares porque ella misma lo envenenó.

La joven patricia no se privó de beber y jugar, alcanzando una pésima fama que bien poco le importaba y era raro el escándalo en el que no estuviera ella metida.

Incesto, celos, venganzas…mezcla mortal

De entre sus amantes no faltó el poeta despechado que, al estilo Lope de Vega, lanzó coplillas al público contra Clodia, cambiándole el nombre a Lesbia (para no ser tan evidente) pero que ciertamente le hacía referencia a ella.

Un tremendo lío amoroso el de la muchacha, que de quien realmente estaba enamorada era de su hermano Clodio. Al morir este, ella se refugia en una de sus villas, donde también prueba a tener relaciones con mujeres, criados, cocheros y cualquiera que paseara de noche por las calles, sintiéndose profundamente insatisfecha con todo.

Final previsible a sus andanzas

Se podría decir que fue un espíritu libre, no hubo ley, prejuicio ni norma que la frenase a la hora de dejarse llevar por sus ardientes pasiones. Un alma inquieta (que no por ser mujer merece adjetivos peyorativos que al varón no se le aplicarían, comportándose del mismo modo y sin armar tanto alboroto) que murió una noche asesinada, por unas cuantas monedas de ganancia, y arrojada al rio Tíber.

Nace así la leyenda de Clodia Metela, mujer que no aceptó límites mentales. Una actitud difícil de aceptar aun en nuestros días, que quedaría resumida en un par de insultos en los que todo el mundo coincidiría, en lugar de aceptar que nadie deja de ser más digno que otro por tener una actividad diferente frente al amor y las relaciones.