La vida de Carmen Burgos podría resumirse en una sola palabra, independencia.

Junto a estas podríamos citar a otras muchas otras como valentía, inteligencia, desparpajo, astucia, visionaria, pensadora…y es que la lista sería tan extensa y variable como su personalidad llegó a ser, pues como ella misma decía “me rió yo de la unidad del yo porque llevo dentro muchos yoes: hombres, mujeres, niños, viejos…”

Casarse a los dieciséis ¿era ese su plan?

Ya debía apuntar maneras desde pequeña, porque ya en su adolescencia dejó ver bien claro el carácter que cargaba.

De pensamiento liberal y poco ortodoxo, le llegó a la chica un acontecimiento a su vida, que para cualquiera hubiera supuesto la máxima felicidad, la meta lograda, pero que para ella no fue así.

Para nada le hizo feliz contraer matrimonio tan joven, situación que aceptó y sobrellevó realmente como una condena, una pérdida de libertad plena, de sueños, que no hizo más que reforzar su espíritu insumiso. Como mujer pensadora y atípica a su época, Carmen no se dejó desilusionar por las circunstancias y lejos de resignarse a la situación comenzó a estudiar magisterio. Terminar la carrera fue su tabla de salvación, porque así satisfacía dos deseos de golpe, por un lado se adentraba en el mundo de las letras, que le apasionaba y por otro alcanzaba la posibilidad de ser independiente económicamente.

Ya convertida en maestra y con la pena horrible por la muerte de su hijo, Carmen cogió carretera y manta junto a su hija y se embarcó en la mayor aventura de su vida hasta ese momento, camino a la capital del reino desde la seca provincia almeriense donde nació y creció.

Toda una transgresora y adelantada a su época.

La vida de esta señora no tendría mucho interés, si el único hecho a destacar de ella fuera que decidió divorciarse, pero si esto lo situamos cronológicamente a finales del siglo XIX, o sea, finales de 1800, el matiz cambia considerablemente.

Y es que no fue solo que dejó al marido, es que se enfrentó a toda una sociedad, a sus críticas, a sus desprecios, en fin, a todas aquellas actitudes que suelen recibir aquellas personas que por visionarias suelen ir contra corriente con las normas fijadas socialmente. Afortunadamente fue entonces cuando, en plena independencia, salió a flote su genialidad, su versátil y fructífera creatividad, aportandonos de una inmensa bibliografía de gran interés a todos los niveles.

En los inicios del feminismo en España

Ya en Madrid, Carmen se dedica a dar clases, combinando su profesión con su verdadera vocación, el periodismo. En sus artículos oculta su identidad tras seudónimos como la Colombine y alguno que otro más que utiliza para protegerse de sus propias palabras, desafiantes y atrevidas. Mediante sus artículos la joven transmite sus pensamientos más personales acerca de temas que forman un amplio abanico, donde quedan patente las desigualdades entre hombres y mujeres.

Pero no solo quedaron sus palabras escritas como vestigio de lo que simbolizó, sino que tampoco dudó en alzar la voz dando verdaderos mítines, siempre con una clara línea feminista, lo que llevó a uno de sus artículos sobre el Divorcio a servir de antesala a la que sería la reforma legal que se aplicó, años más tarde, en la Segunda República.

Carmen Burgos fue, sin lugar a dudas, una mujer excepcional, autora de una basta obra donde refleja la época y nos muestra sus inquietudes, declarándose en contra de todas las injusticias a las que la mujer, aun hoy en día, se ve sometida. Una mujer ciertamente digna de ser reconocida por su gran valía, su valor y su aporte a la lucha feminista, como para sepultarla en un rincón del empolvado cajón del olvido.